Martín Prieto
«Pentapartito» en Villaconejos
En el agradable municipio madrileño de Villaconejos, la lista más votada fue la de Izquierda Unida, encabezada por Josefina Trigo. El provecto Daniel Caballero, segundón por el PSOE, abrió conversaciones con los tercerones del PP para regir una alcaldía de consenso. La Federación Socialista Madrileña no apercibió a Caballero sino que lo expulsó del partido por sólo atreverse a dudar de que la lista más votada debía ser la gobernante, aún sólo por mayoría minoritaria. El PSOE, hoy sin cabeza, ha mudado legítimamente su prurito democrático y prefiere las componendas tras el biombo que tantas migrañas acarrean. Al proyecto del presidente Rajoy (lista más votada) no pueden reprocharle que mengue la democracia y sólo pueden tildarle de oportunista por la proximidad de las municipales. El oportunismo está en las venas de todos los políticos, y no llega a pecado venial. Pero de lo que se trata es de oportunidad por si un aciago día naufraga el bipartidismo imperfecto. No estamos en la sopa de siglas de 1978, que se salía de la guía telefónica, pero no es inverosímil que en las próximas elecciones de Villaconejos concurran seis o siete listas, y que, obviando a la primera mayoría, se forme un «pentapartito» a la italiana para gobernar el municipio. Y no sabremos si en el bienaventurado Villaconejos (menos de tres mil vecinos) se crían mejor los gazapos o los melones. El «pentapartito», iniciado en Italia en 1980 acabó en la «Tangentópolis» de 1992 con el gran urdidor, el socialista Bettino Craxi, exiliado doradamente y de por vida en Túnez para no pisar la cárcel, y con un payaso profesional como Beppe Grillo recaudando votos. La política municipal es el último ladrillo de la democracia y el «puzle» de partidos, partiditos, movimientos o asambleas de ocasión sí que son oportunistas y generan financiación ilegal, fraude y abuso de poder. Aunque el perverso Andreotti acusara a la política española de «manca fineza» Italia es un destino artístico pero no un referente democrático. Los socialistas tenían razón en Villaconejos y, volubles y tornadizos, se equivocan ahora oponiéndose a la sensatez del Gobierno.
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