Irene Villa

Pequeños maestros

La Razón
La RazónLa Razón

Siempre pido lo mismo: que el amor y la salud sean fieles compañeros de viaje de todo el que venga a compartir la tierra. ¡Cuánto sufrimiento ahorraríamos! Sin embargo, esto es una utopía porque si bien el amor está en nuestra mano (incluso para el que no tiene a nadie, porque se tiene a sí mismo y esa autoestima será el motor para atraer más amor a su vida), la salud es una auténtica lotería. Sí que podremos tener mejor calidad de vida adoptando hábitos saludables, pero cuando toca, solo queda pelear porque no nos hunda y a veces, tristemente, eso es inevitable. Nuestros corazones están con un nuevo héroe al que España debe algo fundamental: que se hayan multiplicado las donaciones de médula y que sigan creciendo cada día más. Pablo Ráez nos dejó hace menos de una semana pero su legado permanecerá porque se ha convertido, además, en ejemplo de sonrisa y fuerza para miles de jóvenes que además de preocuparse por su físico, se preocuparán ahora también por vivir de verdad, por disfrutar lo que Pablo les enseñó. Se ha ido dejando mucha vida y cumpliendo segundas oportunidades a otros muchos que pasen por lo que él pasó. La causa fue una leucemia, la misma que se llevó a Jaime, cuyos padres crearon una Fundación con su nombre: Jaime Alonso Abruña, porque como ellos mismos dicen, aunque existen muchas fundaciones y asociaciones (Aladina, Juegaterapia, McDonald...) quieren aportar su granito de arena para ayudar a otros niños con problemas para tener una infancia feliz. Y es que todo lo que podamos hacer por ellos es poco. Tampoco pueden obviarse las necesarias ayudas públicas. En la semana de las Enfermedades Raras no me olvido de casos como el de Belén Hueso, cuyas costosas terapias para frenar los despiadados avances de la Ataxia de Friedreich con la convive desde niña (fundamentales ya que sin ellas estaría en una cama sin moverse) nadie las subvenciona. Es mágico y edificante convivir con estos pequeños grandes maestros de vida, no los perdamos de vista.