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Gonzalo Alonso

Pereira, rechazado en el Real, a la Scala

La Razón
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Las memorias son necesarias. Que se lo pregunten a Alfonso Guerra, que lleva tres tomos. Fijan el recuerdo. Sin llegar a memorias de los veinte primeros años del Teatro Real, que verán la luz en su día, permítaseme unos retazos de historia. En un ya lejano 2007, cuando la crisis empezaba pero había quien no quería verlo, Gregorio Marañón fue elegido primer presidente no político de su patronato. En el verano de 2008, cuando correspondía decidir sobre las renovaciones de director artístico y musical, ellos tuvieron que tomar sus propias decisiones. Sus contratos no se renovaron. Su apuesta era el regreso de Lissner. Yo sabía perfectamente que el francés no iba a aceptar, porque había razones que Marañón desconocía a pesar de su amistad con él. Se lo advertí y le sugerí un candidato, Alexander Pereira, quien terminaba contrato en Zurich en 2012 y había manifestado su predisposición a Madrid. Si cuando, a la muerte de García Navarro, presenté el nombre de Kent Nagano para director musical del teatro, también con su acuerdo, la comisión ejecutiva me respondió: «¿Y quién es ese señor?», otro tanto me respondió Marañón ante el nombre de Pereira. Prefirió firmar con Mortier, tras la orden de resolver de inmediato dada por el ministro César Antonio Molina. Con él ya había tenido contactos en los albores del nuevo Real, en su primera etapa en la ejecutiva. «Estamos en crisis. Mientras Mortier cuesta mucho dinero, en cambio Pereira sabe traer dinero a los teatros», le expresé. Fue inútil. Todo esto se encuentra en las hemerotecas.

Pereira fue fichado por el Festival de Salzburgo en 2010 y ahora es la Scala quien confía en él a partir de 2015. Los criterios de selección han sido contratar a alguien con experiencia, así como que tuviera capacidad para recaudar fondos y generar costos «muy por debajo» de Lissner. Pereira supo convertir Zurich en una referencia europea. En su cartel figuraban todos los grandes, a quienes ligaba de forma muy inteligente. Supo llevar el teatro, su equipo estable y esas estrellas al corazón de las empresas. Algo que hoy, en otra escala, realiza en España la Escuela Reina Sofía. Multiplicó así los patrocinios e incluso logró que una parte de su sueldo llegase en función de ellos. Su paso ya se ha dejado sentir en Salzburgo tras sólo dos temporadas, dando la vuelta al festival a pesar de la crisis.

Hoy el Teatro Real tiene a Mortier y ha generado un déficit constante en esta etapa, viviendo de las reservas acumuladas en el pasado. ¿Cómo estaríamos con Pereira si Marañón le hubiese considerado?