Lucas Haurie
Persónense
Amancebada con el gobierno de Griñán por aquellas supersticiones demodé de quienes vivieron la transición, la Unión General de Trabajadores aprovechó la laxitud en los controles para hacer mangas y capirotes con las subvenciones. Sin ni siquiera tomarse las mínimas precauciones en estos casos, qué sé yo, al menos no dejar rastro en correos electrónicos de peticiones expresas para falsear documentos. Es la conciencia de impunidad subyacente en el ya celebérrimo «pa asar una vaca» de la madre de Juan Lanzas. Sin saberlo, la buena señora pronunció el discurso fundacional de una novísima forma de luchar por los derechos de los trabajadores. El viejo chiste de los curas repartiéndose el cepillo: «Esto para ti, esto para mí y esto para los negritos», al tiempo que prorrumpía en un corte de mangas. Hasta convidás en la Feria de abril se han pagado los compañeros de UGT con los fondos de la Junta (y por extensión de Europa, pero que no se entere frau Merkel) sin que el gobierno autonómico haya amagado siquiera con interesarse por la causa. Será verdad, como aseguraban los malpensados, que eran espurias las razones de su apresurada personación en los ERE. Por el momento, los medios adictos se limitan a resaltar el carácter «ultraderechista» de Manos Limpias, la entidad denunciante. Que si lo fuera, ¿qué ocurre? ¿Serían acaso sus miembros ciudadanos despojados de sus derechos civiles en virtud de su ideología? Un robo es un robo, lo señale Agamenón o el porquero. Y la obligación de la autoridad es, primero, esclarecer el asunto; y luego, recuperar el dinero.
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