Julián Redondo
Pío pío que yo no he sido
Al lado del fichaje de «Ney», «El penalti más largo del mundo» de Roberto Santiago, con Fernando Tejero, es la millonésima parte de un cortometraje. El 30 de marzo de 2006 el Madrid tramitó la ficha infantil de un chavalín de 14 años llamado Neymar que apuntaba muy buenas maneras en el césped y por quien su padre, que también las apuntaba, pero en los despachos, pedía 60.000 euros. No cuajó. Pasaron unos años, Sandro Rosell, con magníficos contactos en Brasil, descubrió a la perla. La noticia corrió como la pólvora y el Madrid recuperó el interés, incluso envió un par de emisarios para que el mozo pasara reconocimiento médico. Rosell se asusta, no quiere que el Barça viva otro episodio como aquel de Di Stéfano, el River Plate y el Millonarios, y fuerza la máquina con el Santos, Neymar júnior y Neymar sénior. Reacciona el Madrid y se encuentra con que el fichaje se pone en 150 millones. Se retira de la puja. Rosell saca pecho, «ha costado 57», y entre el «soci» Cases, Hacienda, la Fiscalía Anticorrupción y el juez Ruz se lo parten. Lo de Sandro huele a talego. Josep Maria Bartomeu ha descargado todas las culpas en su antecesor, pío pío que yo no he sido.
Bartomeu, que ha llegado según parece a un acuerdo con Rosell para que sea éste quien cargue con el mochuelo, insiste en su inocencia, en que no intervino en la contratación, aunque su firma aparece en los papeles, y trata de demostrar que el delito tributario que se le imputa, y por el que el club desembolsó una cantidad superior a la reclamada, es cuestión de apreciaciones, de matices. ¿Pío pío? ¡Menudo pollo!
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