Irene Villa

Pisos vacíos

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A todos nos sobrecoge el drama de quienes son despojados de sus casas. Por el motivo que sea. Pero esta realidad que despierta sentimientos de injusticia y compasión duele aún más si tenemos en cuenta la cantidad de pisos vacíos que hay en España. Los gritos desgarradores y las reacciones descabelladas que provoca el drama de los desahucios son las peores consecuencias de la trágica actualidad social a la que no podemos dar la espalda. Los desahuciados no tienen nada que perder y algunos arriesgan incluso sus propias vidas en busca de una solución. Reconocen que perder la casa es dramático, pero que lo es aún más que pierdan su vivienda, ya comprada y pagada, unos padres que avalaron con todo su amor y protección, al que se hipotecó casi de por vida. Esta circunstancia tan indigna y rechazable está desesperando primordialmente a nuestros mayores, quienes se aferran a su hogar como lo único que les queda. Quizá por ello habría que cambiar una ley que ocasiona las situaciones más catastróficas y vergonzosas tanto para nosotros, como para la imagen que proyectamos al resto del mundo. De todos esos pisos vacíos, muchos pertenecen a los bancos, que fueron los que animaron a hipotecarse dedicándose a ofrecer créditos de manera irresponsable. Ojalá que ese fondo social de viviendas en alquiler que nació recientemente para dar cobijo a las familias desahuciadas «especialmente vulnerables» sirva de mucho, que todos podamos ver cumplido el derecho constitucional a una vivienda digna y que pronto esos pisos vacíos se llenen de vida y de esperanza.