Alfonso Ussía

Pitada de ombligos

Se destaca en los medios de comunicación que el ministro Wert no asistirá al guateque de los «Goya». Su agenda le indica que tiene que viajar a Londres el mismo día que se celebra el festolín de la llamada «Academia». En España, antaño, la Academia por definición era la Real Academia Española, siempre acompañada en las alturas culturales por la Real Academia de Bellas Artes, la Real Academia de la Historia, y otros foros e instituciones de indiscutible prestigio. Existen otras academias de menor importancia, como son las academias de conducir, a las que todo español que pretenda tener acceso al carné de conducir está obligado a pasar por uno de esos establecimientos.

Y están las academias de baile, y las academias para los alumnos suspendidos en junio que pretenden aprobar las asignaturas en septiembre. En tiempos de la ministra Matilde Fernández se crearon las «Academias de la Mujer» orientadas a que las mujeres del ámbito rural conocieran los secretos de su cuerpo en sus imprescindibles «Talleres de Masturbación». Un gran adelanto social.

Y el mundo del cine creó la «Academia del Cine», que pasó, poco tiempo más tarde a denominarse «La Academia», probablemente para copiar a los americanos su «Academia» de Hollywood. Y una vez cada año, los cultos «Académicos» se reúnen para conceder los premios del Cine español, unas monstruosas y pesadísimas cabezas de bronce de don Francisco de Goya y Lucientes, que nada pinta en el tinglado.

Esta reunión se caracteriza por su insufrible sesgo ideológico cuando gobierna el Partido Popular, menos generoso en las subvenciones al cine español que el otro partido del Sistema, el PSOE. Y el ministro Wert, que ya ha padecido en otros actos la grosería de los cómicos, ha decidido que presentarse en un acto para ser abucheado y pitado es una tontería. Y se va a Londres.

Me parece muy bien que los del cine se diviertan y organicen su gala anual y lloren en el escenario cuando reciben un premio, y se abracen y besen las veces que sean necesarias con indescriptible emoción. Al fin y al cabo, son personas dedicadas a la ficción y cumplen con sus interpretaciones. El problema es que el mundillo del cine español está dominado por la izquierda radical, y los que no pertenecen a ella, o se callan o simplemente son ignorados. Y entre todos se reparten sus premios y sus elogios, de lo cual me congratulo. Pero no pueden enfadarse si el ministro de Cultura considera innecesaria su presencia en el acto cuya única finalidad es soportar una pitada de ombligos. Porque esta gente no vive en la realidad sino en sus ombligos, de los que no quieren salir por no poner en riesgo el débil soporte que sostiene sus vanidades.

Hubo un gran cine español, que se hizo con dos euros y una relación de directores y actores formidables. Todo se derrumbó cuando el dogma estalinista estableció que el cine no era un divertimento sino un arte creado para torturar a los espectadores con el tostón de la trascendencia o lo malos que fueron los vencedores de la Guerra Civil. La gente dejó de ir al cine. Y Santiago Segura se apercibió de la situación y creó los «Torrente», que no precisan de subvenciones porque el público paga voluntariamente sus localidades en la taquilla, que no involutariamente en el IRPF manteniendo con su dinero lo que no quieren ver. Wert no ha suspendido las subvenciones, y aún así, lo abuchean. Tendríamos que abuchearlo los contribuyentes, no los agraciados. Pero no pasa nada. Se va a Londres y ya está.