BM Atlético de Madrid

Pitu y pato

La Razón
La RazónLa Razón

Merece la pena prestar atención a Zinedine Zidane en la sala de prensa. Correcto, solícito, convincente sin levantar la voz ni hinchar las venas del cuello y de la frente. Y mira que en el Madrid con sólo un ejemplo deplorable donde él se sienta podía haberse echado al monte. Mar en calma. Sus respuestas, por desabridas, espinosas, idóneas, punzantes, comprometidas, tópicas o insulsas que sean las preguntas, son las del profesional que maneja los hilos dentro y fuera del vestuario. Personalidad. Autoridad sin látigo provista de una buena educación. Ejerce en la modélica línea de algunos de sus antecesores –Ancelotti, Pellegrini, Del Bosque...– y no exige el carné de socio madridista al periodista cuando le requiere. No es tan cerebral ni tan maquinal como Guardiola, no es «el puto amo», pero domina la situación y los tiempos. Rehúye el combate promovido por el criterio, o sin criterio, arbitral y no extiende el dedo acusador cuando pierde, que es rara vez, por cierto.

Cuesta trabajo pensar que la presión de Zidane sea inferior en el Madrid a la que Abelardo soporta en Gijón, y sin embargo al «Pitu» le supera. Le falta oficio, carece de temple y, sobre todo, de categoría al exigir a los periodistas que informan de su equipo el carné del Sporting. Disimula un cerebro de pastor, le gusta el hato, manso, como a esos directivos de clubes que si no ganan las elecciones con el 110% de los votos a favor bufan insatisfechos. Fanáticos que abusan de su posición porque la vida está «mu mala, señor presidente», y apuestan por un rebaño numeroso y unido frente a las ovejas descarriadas. ¿Esto es de locos? Me quedo con estos versos de Antonio Machado: «No fue por una trágica amargura / esta alma errante desgajada y rota; / purga un pecado ajeno: la cordura, / la terrible cordura del idiota». ¿Pitu o pato?