Alfonso Ussía

Plataformas

Cuando leo u oigo la palabra «plataforma» me da mucha pereza. Es, más que una voz, un tic del retroprogresismo. Como «solidario» y el pésimamente usado «humanitario» cuando se trata de aumentar el caos de una catástrofe, porque lo humanitario es lo benéfico para la humanidad y no hay terremotos humanitarios, ni guerras humanitarias ni ciclones humanitarios, como acostumbran a decir, con expresión de íntima condolencia, los comunicadores que no leen, que son muchísimos. Un terremoto puede generar una catástrofe humana, pero no humanitaria. Lo humanitario es ayudar a los que han sufrido las consecuencias del seísmo.

Llevamos años en los que se crean, actúan y posteriormente desaparecen por aburrimiento numerosas «plataformas». En el Diccionario de la RAE estas plataformas se contemplan en su séptima acepción: «Conjunto de personas, normalmente representativas, que dirigen un movimiento reivindicativo». Las «plataformas» nacen para reivindicar los objetivos más dispares. Cuando era Matilde Fernández ministra socialista de Asuntos Sociales, se creó una «plataforma por la masturbación de la mujer». Toda «plataforma» que se precie, se divide en diferentes «talleres». El «Taller Informativo», el «Taller de Comunicación» y al final, «El Taller Práctico». En este último «taller», y a costa del dinero de los contribuyentes, se reunía un numeroso grupo de mujeres jóvenes para hacerse un autogozo con el dedito. Todo muy avanzado, científico y de gran utilidad para la sociedad moderna.

Con más dinero –está Al Qaeda detrás de su objetivo–, se creó meses atrás una nueva plataforma reivindicativa. La «Plataforma Mezquita-Catedral de Córdoba», cuyo único fin es expropiar a la Iglesia católica la catedral cordobesa para entregársela a los musulmanes. Se me antoja, como poco, una plataforma de realización tardía, porque la Mezquita de Córdoba que se levantó sobre las ruinas de una basílica visigótica, es catedral católica desde el año 1238. Se trata, pues, de una Plataforma nacida con ocho siglos de retraso, una Plataforma modelo tortuga, una Plataforma pisahuevos de muy recalcitrante lentitud. Su inspirador y redactor de la petición plataformil no es otro que don Antonio Manuel Rodríguez, profesor de Derecho Civil de la Universidad de Córdoba y uno de los brillantes creadores de la Alianza de Civilizaciones. El eximio señor Rodríguez, de muy limitada humildad, se presenta y define como «profesor, jurista, escritor, músico, y activista social, cultural y político». Es decir, que Leonardo da Vinci a su lado era un merluzo.

Decía Jardiel Poncela: «Rueda: La que se pincha. Leche: La que se corta. Cuchillo de hotel: El que ni pincha ni corta». Amparado en el talento del genial escritor de humor en trance de olvido, opino que esta «Plataforma» pincha desde un principio, de acuerdo con la definición de la Real Academia Española. «Conjunto de personas, normalmente representativas»... Sin pretender herir la vanidad del eximio señor Rodríguez, no considero adecuado que pueda ser considerada una persona representativa, a pesar de su protagonismo principal en la peculiar y excesivamente pachorra Plataforma. Porque una Plataforma que se crea con ochocientos años de retraso, es pachorra, guste o no guste a los islamistas, los «progresistas», los socialistas, los comunistas, Al Qaeda y al señor Rodríguez, que fue hace unos años colaborador cultural del bondadoso Gadafi. Resulta sospechosa la animadversión, por no escribir con claridad, el odio, que la retroprogresía dedica a la Iglesia católica, y el amor que le inspira todo lo que viene del islam, respeto a la mujer incluido.

Lo que pertenece y administra la Iglesia desde 1238 no se le puede regalar a los islamistas por mucho que lo pretenda el señor Rodríguez y su bien financiada «Plataforma». Mucho dudo que la Junta de Andalucía, por más que se lo proponga, tenga algo que hacer al respecto, como algunos pretenden. Ochocientos años avalan sus sucesivas ampliaciones y su actual esplendor. Que llegue ahora Valderas acompañado de su consejera «okupa» y le arrebate la propiedad de la Mezquita-Catedral cordobesa a quien la ha tenido durante ocho siglos, me parece una falta de educación digna de retirada de saludo. Sucede que el «parásito a erradicar» –la Iglesia–, pone la otra mejilla y los modernos que estiman legítimo apoderarse de lo que no es suyo apoyan a Al Qaeda para que se cumpla la obsesión de Ben Laden, que no era otra que la reconquista de Andalucía, que manda huevos, a estas alturas de la pesca del bacalao.

La Plataforma a destiempo que sigue perdiendo el tiempo. Bueno, si les divierte y cae alguna monedilla, que persistan en el tardío empeño.