Iñaki Zaragüeta
Podemos se conforma
Sabíamos que el objetivo de Pablo Iglesias y sus camaradas se centraba en la toma del poder. Tampoco lo ocultaron. Gobernar o nada. Sólo desde el Gobierno podrían cambiarlo todo, de llevar a España a regímenes como los de Venezuela –su modelo más admirado, lo consideran como suyo– Bolivia, Ecuador... Desde el mando en la caja y en la legislación se puede modificar un Estado a su antojo. No se trataba exclusivamente de llegar, sino de quedarse. Les «sulibeya», como aquellos «perjúmenes» de mujer de Mejía Godoy y los de Palacuagüina, dominar a los demás. Les apasiona. Hete aquí que la realidad les muestra la inviabilidad de su sueño. La democracia española se sustenta en fundamentos mucho más sólidos que los que bamboleaban los sistemas sudamericanos citados. Por tanto, Iglesias está dispuesto a cambiar el fin: hay que participar directamente en el ejercicio del poder. Como si un «no puede pasarnos otra vez» rigiera desde lo sucedido en Andalucía, donde Susana demostró que eran prescindibles. Una vez y no más, santo Tomás.
Si a ello le sumamos cómo van descendiendo sus expectativas electorales, cómo se desangran a chorros, la cuestión se centra en anunciar su disposición a pactar con cualquiera, incluido el PSOE, el mismo que tanto denostaron y tanto se hartaron de maldecir como casta. La anhelada dictadura, como en la fábula atribuida a Esopo cuando la zorra desiste de comer las uvas, «está verde».
Su problema es que la consistencia de su discurso hace aguas por las propias contradicciones. Ahora el riesgo de Iglesias y los suyos es pasar a la historia como unos simples gárrulos. Así es la vida.
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