José María Marco

Populismo catalanista

El antiguo género de los agravios, que data de tiempos de la Corona de Aragón, ha sido recuperado estos días por los nacionalistas que gobiernan la Generalitat. Hubo un precedente en 1885, cuando los futuros catalanistas hicieron público un famoso «Memorial de Greuges» (Memorial de Agravios) en defensa de sus intereses. Ahora han tasado en 9.357 millones, ni uno más ni uno menos, las desdichas que sus compatriotas del resto de España les hemos venido causando.

A finales del siglo XIX, el descontento de los catalanistas lo compartían, en buena medida, muchos españoles. Es lo que acabó llamándose «regeneracionismo». Ahora ocurre lo mismo, por lo menos en parte. Y como entonces, sólo en Cataluña se da una estructura política que hace posible la expresión de este tipo de malestar. El nacionalismo, sobre todo el que venimos conociendo en los últimos años, desde que el PSOE y CIU alentaron a ERC a echarse al monte, tiene mucho de protesta populista, antipolítica –ah, las unanimidades nacionales...– y de tintes xenófobos. Estos brotes de sarampión colocan al nacionalismo junto al Frente Nacional francés, los Partidos de la Libertad en Holanda y en Austria, el del Progreso en Noruega y el Nacional Británico en el Reino Unido. Ése es su espacio, su ideología y su carácter. Había quien creía que España permanecería ajena a este tipo de movidas. No es así. Lo curioso es que los españoles hacemos en esta función el papel de extranjeros e inmigrantes. Ya saben todos los que no son catalanes de verdad, es decir, catalanes catalanistas, lo que les espera después de la gloriosa Diada de la Independència.

Esto sitúa a los actores políticos en una posición muy particular. A menos que quieran ser arrollados por una tropa que ellos mismos han alimentado, los nacionalistas «moderados» tendrán que tomar distancias en algún momento, como ellos mismos recordarán que tuvieron que hacer en los años 30. Tampoco se entiende qué es lo que hace el PSOE, que dice querer ser partido de gobierno, es decir, nacional, español y constitucional, aliado con esta especie de lerrouxismo catalanista. Al PP y a Ciudadanos los coloca en la tesitura de seguir construyendo una posición institucional seria, española, nacional. Aquí el PP tiene todo que ganar. Y al Gobierno, la histeria populista y xenófoba le impide cualquier cesión. Si los nacionalistas catalanes quieren alguna clase de acuerdo que singularice su nación con respeto a las demás comunidades autónomas, lo más inteligente sería dejar de practicar el frikismo mientras se contemplan extasiados el ombligo.