Cristina López Schlichting
¿Por qué?
Ojalá me equivoque de parte a parte, pero la feliz historia de la abogada y el periodista gallegos, hace aguas. Rosario Porto –que fue adoptada en la infancia, como su propia hija asesinada– estudió derecho siguiendo los pasos de su prestigioso progenitor, pero no se quedó con el despacho del padre, que se cierra a la muerte de éste ...luego no era la «gran abogada» que se ha dicho. Su ex marido era definido por los colegas de Santiago a los que he preguntado como «un hombre misterioso, cerrado en sí mismo, culto pero distante». Apenas cobraba por sus escasas colaboraciones sobre turismo gallego y todo apunta a que vivía de su mujer y que dedicaba la mayor parte del tiempo a cuidar de su hija. La fortuna heredada de la familia es considerable. Se mencionan siete pisos, un chalé, joyas importantes, cuadros y dinero... De la triste historia –y repito que espero ardientemente errar y respeto la presunción de inocencia de Rosario y Alfonso– se infiere una historia paralela a la de las apariencias sociales. Una mujer compleja, tal vez enferma, que tiene una trayectoria laboral fracasada (era cónsul por herencia) se separa de su marido. La cría china, una niña superdotada que escribía con 12 años su propio blog en inglés, interfiere de alguna manera en su vida. Y se desencadena la tragedia. Me pregunta @cofrais en twitter: «¿Por qué se informa y se especula tanto acerca de un hecho doloroso como éste?» Pues porque nos lleva a poner en duda las más elementales certezas, entre ellas la imposibilidad de que una madre asesine a sus hijos. El caso de Santiago nos deja desnudos y llenos de temor.
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