José María Marco
Por qué no somos como Italia
Italia es un país único. Lo es en la belleza, pero lo es también en sus formas de vida, en su cultura, en la manera en la que los italianos se enfrentan al mundo... y a la realidad política. A los españoles y a los italianos nos debería aproximar la pertenencia al espacio mediterráneo. No es exactamente así. A los españoles nos resulta difícil entender el comportamiento de una sociedad tan audaz, tan segura de sí misma, y al mismo tiempo tan conservadora y cerrada al exterior. Lo que sí compartimos es la crisis económica y social europea. Italia presenta algunas ventajas que nosotros no tenemos. Sin embargo, también nos permite entender cuáles son algunas de las nuestras. La primera es la legislación electoral y la situación de bipartidismo amplio, no excluyente, tan característica de España. Nuestra legislación electoral favorece la estabilidad y permite evitar la dispersión del voto y las coaliciones frágiles y, al cabo, poco representativas. El bipartidismo permite moderar la expresión de las demandas políticas e integrarlas en organizaciones que deben representar a un conjunto muy amplio de ciudadanos, más allá del tratamiento monotemático de asuntos concretos y «lobbies» de intereses, algo que suele conducir a la exasperación. Se escucha que esto favorece la corrupción: no se dirá que la corrupción está ausente en este país. Italia, además, nos permite comprender adónde lleva la deriva de los partidos cuando dejan de tomarse en serio la democracia y la representatividad: o bien al populismo, como la organización de Berlusconi, o bien al éxito de un friki-partido como el de Grillo. Se puede entender por qué los italianos los respaldan, pero son la garantía de un fracaso: el PSOE haría bien en revisar su relación con las mareas indignadas, los mundos alternativos «e tutti quanti».
En el caso español, tenemos la fortuna de contar con un partido de centro derecha consistente, nacional, sometido a la disciplina democrática (a diferencia de las tentaciones tecnocráticas al estilo Mario Monti) y dispuesto a las reformas. En Italia los partidos democráticos han dejado de ofrecer programas reformistas serios. Aquí no, por lo menos no el Partido Popular. El resultado de todo esto es que España, en los últimos veinte años, casi ha alcanzado la riqueza italiana. En cambio, Italia, en esos mismos veinte años, no ha crecido nada.
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