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«Poyos hasados»

La Razón
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Creía Aldous Huxley que «estamos aquí para hacer un hueco en el universo. Si no, ¿para qué estar?». Como la falta de lectura conduce irreversiblemente a la mala interpretación de la misma, algunos, más que hueco, hacen agujero y cuanto más negro, mejor. Agujeros provocados por bocados a la historia, dentelladas furiosas al sentido común, mordiscos infectados de la halitosis que provoca la incultura. Hace unos días, el Ayuntamiento de Sabadell propuso retirar el nombre de una plaza a Antonio Machado por «españolista y anticatalanista». Y no sólo a él, a Lope de Vega, a Tirso de Molina, a Gustavo Adolfo Bécquer, a Góngora, a Calderón de la Barca, a quien tachan de «modelo pseudocultural franquista», resumiendo: a todos aquellos referentes de la cultura universal a los que este grupo de indocumentados no ha leído en su vida y, sin embargo, su abonado analfabetismo confiere a los grandes el título de peligrosos. En palabras de Antonio Machado, «es propio de aquellos con mentes estrechas embestir contra todo aquello que nos les cabe en la cabeza». Se armó tal revuelo que recularon, pero el ridículo ya estaba hecho. Las propuestas de ciertos ayuntamientos, amparadas por informes pagados con dinero público, así como las declaraciones oportunistas y fuera de lugar de algún político después de un atentado terrorista como el vivido en Barcelona el pasado jueves, hacen daño al oído y a la vista. Son como esos carteles escritos con faltas de ortografía tan llamativas que te impiden entender lo escrito en la primera lectura, tipo «Se benden poyos hasados» (juro que existe el cartel, en un chiringuito de una playa cuyo nombre omitiré, no sea que lo quiten y acaben con lo que, sin duda, es su principal atractivo turístico). Ni queriendo, los cerebros (perdón por la denominación) de estas propuestas absurdas, incoherentes y la mayoría provocativas, pueden hacerlo peor ni caer más en el ridículo. Para ellos, la cultura se escribe en las calles, en las pintadas que se pueden leer en alguna pared: «El fascismo se cura lellendo». Mejor acudir a Antonio Machado: «En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden. El pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva».