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Premios con cara de pasmo

La Razón
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¡Qué momentazo! Esto ocurre en los Goya y todos estamos encantados de celebrarlo como síntoma inequívoco de la incapacidad de los españoles para montar una gala y, de rebote, como signo de que algo va muy mal en nuestra industria. Si nos ponemos a analizar semejante error, imperdonable teniendo en cuenta que una de las consultorías más importantes del mundo se encarga de que no pueda ocurrir, podemos sacar conclusiones interesantes. ¿Quién se equivocó al darle el Oscar a la mejor película a «La La Land» cuando en realidad había ganado «Moonlight»? Ni más ni menos que la imagen corporativa de aquel New Hollywood que, cuarenta años atrás, reventó las formas y relatos de los grandes estudios: Warren Beatty y Faye Dunaway, los protagonistas de «Bonnie & Clyde». Es posible que la demencia senil de aquellos demócratas convencidos, que protestaron contraVietnam y el Watergate, sea la responsable de que Trump esté presidiendo el país. Pero aún hay algo más significativo: el gesto de Beatty cuando se da cuenta de que le han dado el sobre equivocado y, en vez de parar la ceremonia, decide pasarle el muerto a Dunaway. Ese gesto es, sí, político: no asumir responsabilidades puede crear el caos. Y así fue: el escenario del Dolby Theatre de Los Ángeles acabó convirtiéndose en el camarote de los hermanos Marx, en el que se representaba la lucha cuerpo a cuerpo entre «La La Land» y «Moonlight», que, a su pesar y en lados opuestos del ring, simbolizaban, respectivamente, el escapismo y el compromiso con la realidad. De repente, ni una ni otra parecían haber ganado el Oscar, en una suerte de «ex aequo» por defecto que servía como perfecta metáfora del confuso momento sociopolítico en el que se encuentran sumidos los estadounidenses. En la ceremonia hubo, por supuesto, pullas anti-Trump, protestas antimuro mexicano de parte de Gael García Bernal, y hubo el Oscar, a todas luces ideológico, a «El viajante», con Asghar Farhadi dando lecciones desde la distancia a través de la primera astronauta iraní que fue al espacio. Por si esto fuera poco, haciendo borrón y cuenta nueva, la Academia ha querido enmendar sus errores pasados con los tres Oscar de «Moonlight» (y el de Viola Davis por «Fences») sin castigar a «La La Land», que se ha llevado seis. El hashtag #OscarSoWhiteAndBlack representaría una apuesta por la diversidad que, también, es una manera de casarse con todos y con nadie. La metida de pata de Beatty, Dunaway y los protocolos de seguridad de la Academia han conseguido hacer justicia poética al doble final de «La La Land», aquel en el que se cuenta lo que fue y lo que pudo haber sido. Ver la cara de pasmo de los productores de la película cuando el sobre de marras se empeñó en decir la verdad era como ver la cara de pasmo que se le quedó a Hillary Clinton cuando ganó Trump.