Lucas Haurie
Preocupados como ricos
La meteorología asistirá en este mes preelectoral al PP, empeñado en convencer al votante renuente de que la crisis ha terminado. Ayer por la mañana me crucé con dos brillantes compañeras de profesión que han encontrado trabajo en los últimos meses, la una como limpiadora de un asilo y la otra captando socios para una oenegé que reserva toda su bondad para los parias de allende los mares, porque a los trabajadores de acá los mantiene a mera comisión, sin contrato ni sueldo fijo. Ambas han salido de las listas del desempleo y su felicidad, por consiguiente, la decreta la célebre acotación de Dámaso Alonso: según las últimas estadísticas... No les queda ya ni el consuelo de poder quejarse. Pero el tiempo, digo, viene en auxilio de los gobernantes henchidos de optimismo porque en los bares y en la calle no para de hablarse de la transición exprés del calor al frío. El entretiempo pasó a la historia, esto es cosa del cambio climático, se viene el calentamiento global y con él, el hielo de los polos se convertirá en agua que pronto nos llegará hasta las cejas. Es decir, el anuncio bobo del apocalipsis. O sea, las típicas gilipolleces de las que nos preocupábamos cuando éramos ricos. ¿Quién le niega ahora a Rajoy que ha sacado a España de la crisis si la cota de nieve ha vuelto a suplir a la prima de riesgo en la apertura de los telediarios? Para colmo de bienes, le ha caído en suerte un fiero enemigo exterior con turbante y un desafío separatista en Cataluña liderado por un trilero al que secunda una troupe de personajes estrafalarios. No se puede tener más suerte que este hombre, quien reivindicó en su día el estatismo como forma de movimiento. O la permanencia (en La Moncloa) como forma de progreso.
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