Julián Redondo
Presiones ridículas
El San Lorenzo de Almagro eliminó a los semiprofesionales del Auckland City en la prórroga (2-1). Los argentinos llegan a la final de este rocambolesco Mundial de Clubes porque son algo mejores que los kiwis y es más que probable que el Papa Francisco no haya intervenido en la clasificación. Bastante ha tenido que trabajar para que Estados Unidos y Cuba restablezcan relaciones diplomáticas medio siglo después de congelarlas. En vista de las dificultades que entraña vencer al Real Madrid, el SAL ha movido ficha. El entrenador, Edgardo Bauza, es partidario de ensuciar el partido y el presidente, Matías Lammens, cambia la dureza de distrito y señala a Pepe, que no ha sido amonestado en lo que va de Liga.
El Madrid no tuvo que jugar al ciento por ciento para deshacerse del Cruz Azul. Juega tan bien y golea con tanta facilidad que Capello no ve otro equipo en el mundo comparable a esta «máquina». Ajeno a la realidad y entusiasmado por el coraje de su afición, Lammens presiona para que el árbitro de la final no sea un europeo y, para taparse, tampoco un americano. Tan improbable como la intervención de Su Santidad en la clasificación de su equipo es que el Madrid necesite ayuda arbitral para ganar el Mundialito a un equipo tan inferior en el campo como indica el presupuesto. Y eso se nota: 540 millones de euros contra una decena. También consta que los marroquíes son madridistas. SAL lo tiene todo en contra; sólo falta que Cristiano marque de rabona.
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