Julián Redondo
Prima donna
Es de Ramón Calderón aquella frase que pronunció en una universidad durante una conferencia, vino a decir que «el público acude al Bernabéu como si fuese a la ópera». Aún no había fichado, o puesto a tiro de Florentino Pérez, a Cristiano Ronaldo, que en el argot belcantiano sería el «primo uomo», el tenor; aunque el vulgo le reconoce como una «prima donna», la soprano, que ignoro por qué arrastra un cierto tufillo despectivo. Llegó al Madrid en el verano de 2009 y el prólogo de su incorporación fue sembrado de fotos suyas junto a la irreprimible Paris Hilton, como si el futbolista fuera un «play boy», un Giacomo Casanova del siglo XXI, pero con posibles, más preocupado por los bombones que por el balón. Falsa imagen. Cristiano cuida su cuerpo para batir las marcas más inverosímiles mejor que McLaren y Honda el coche de Fernando Alonso; pero que mucho mejor. Cristiano es un profesional, no exento de vicios mucho más próximos a la vanidad que al género femenino. Desde el mes de febrero no habla para los medios españoles. Ninguna emisora de radio ni de televisión y ningún periódico han cerrado a causa de su novena del Niño Mudo.
El origen del desplante se encuentra, según parece, en su fiesta de cumpleaños, que coincidió con el día en que el Atlético se soltó el pelo y le cascó cuatro al Madrid. Cristiano invitó al ¿cantante? colombiano Kevin Roldán para amenizar la onomástica y el artista colgó hasta en teletaxi los vídeos del jolgorio. Lo demás fue un eco que gracias a Piqué aún le persigue, como el ¡buuuh! por esos campos de Dios. ¿La princesa está triste? No, Rubén Darío. Cristiano está cabreado. Se le pasará, y si no lo supera, peor para él. Sigue saliendo el sol... Y los periódicos.
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