Francisco Marhuenda
Primarias o no primarias
Los sistemas políticos me gustan en su conjunto, y no picoteando como le complace a la izquierda. Al igual que defienden esa peregrina teoría del «uso alternativo del Derecho» como instrumento de cambio social, también nos dan la paliza con las primarias. Me gustan las primarias del modelo estadounidense, donde, por cierto, no tienen esa vetusta izquierda que tenemos en la vieja Europa o esos sindicatos anacrónicos que siguen instalados en la lucha de clases. Hemos visto que las primarias son un mero instrumento de propaganda del PSOE. Me apunto al modelo anglosajón, tanto el británico como el estadounidense, pero no a las primarias socialistas basadas en la demagogia populista. Ahora tienen un problema, porque un sector prefiere el viejo sistema de un congreso, mientras que otro ha visto en las primarias una forma de hacerse con el poder. El Congreso extraordinario beneficia a Susana Díaz frente a las primarias que significan abrir un proceso de consecuencias imprevisibles. Es el viejo caudillismo reciclado donde funcionan muy bien los mensajes simples y directos. No hay debate ideológico, sino un proceso al estilo de «concurso de mises» en el que hay que colocar un producto electoral. Al final resulta que lo que se busca es un candidato carismático, con buena imagen, una sonrisa efectista y unos mensajes evanescentes que encandilen al electorado. La frescura y el atractivo del candidato son una baza importante, porque las trayectorias profesionales al margen de la política brillan por su ausencia. Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero compartían un indudable atractivo como cartel electoral. No lo digo como demérito, porque es evidente que gustaban a los electores. Los dos transmitían «buen rollo». Lo mejor es que el PSOE pase de las primarias y que haga un casting televisivo y en las redes para encontrar candidato.
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