Ángela Vallvey

Prisoneros

La Razón
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Una teoría clásica de los juegos se ejemplifica así: la policía arresta a dos sospechosos, aún consciente de que no tiene pruebas suficientes para condenar a ninguno de los dos. Pero los polis no son tontos, como suele decirse, y usarán sus habilidades hasta obtener lo que necesitan para enchironar a ambos «presuntos»: una confesión. Así que separan a los dos acusados en estancias diferentes. Los visitan sin que sepan nada el uno del otro y les ofrecen el mismo trato: si uno de ellos confiesa, y su cómplice no lo hace, el cómplice recibirá una condena de diez años, y el que ha confesado será liberado. Pero si uno no dice ni pío y el cómplice confiesa, el que se ha mantenido mudo será el que reciba la pena, mientras que el cómplice será puesto en libertad. Claro que si ambos confiesan, les caerá una pena de seis años a cada uno. Y si ambos lo niegan todo, la policía no tendrá más remedio que conformarse y encerrarlos durante un año por un delito menor.

Los sospechosos sólo tienen las opciones siguientes: A) ser egoístas, intentar reducir su estancia en la cárcel, sin importarles lo que sea de su compañero, traicionando a su cómplice. B) Cooperar con su cómplice y no decir nada.

Pero ninguno sabe qué hará el otro, y ambos desconfían mutuamente, se temen lo peor... De manera que la decisión no es fácil de tomar. Además: si uno supiera que su cómplice va a permanecer callado, lo mejor que podría hacer es confesar, de manera que la pena recaería sobre el cómplice «mudo» y él saldría libre...

Ahora, vivimos un escenario electoral que explica perfectamente este «dilema del prisionero»: dos (o más) personas (en este caso, partidos políticos) que no pueden cooperar, incluso si ello va en contra del interés de ambas (del interés general, ni hablamos).

Hasta hemos visto que el «juego» se repite y que la situación electoral permite a los «jugadores» castigar a sus compañeros por la no cooperación en juegos anteriores. Sin embargo, ¿la amenaza del castigo volverá más cooperativos a los jugadores? ¿Cómo deshacer la endiablada encrucijada? ¿Qué es mejor: pensar en el interés del conjunto o ser egoístas...?

No sé, pero cabe recordar que, según esta teoría de los juegos, los jugadores prisioneros, atrapados en la comisaría y enfrentados, que sólo siguen sus intereses egoístas, suelen ser los que reciben las sentencias más duras.