José María Marco

Propaganda pura

La Razón
La RazónLa Razón

El problema de las declaraciones del que estuvo a punto de ser concejal de Cultura (de cultura, sí...) del ya poco flamante consistorio de Manuela Carmena no es sólo su brutal antisemitismo. El problema consiste también en cómo llego hasta ahí una persona capaz de expresar tales cosas sobre el Holocausto. El hecho demuestra la fragilidad de ciertos controles mínimos, ideológicos y de comunicación, que deberían tener los partidos, y no sólo los de izquierdas. ¿En qué estaban pensando los partidos de la oposición que no rastrearon estas declaraciones antes de las elecciones? Intentar ganar éstas es parte de su deber, pero quizás también forma parte de sus obligaciones conocer al adversario...

Aún más inquietante es la tardía respuesta por parte de la alcaldesa, que denota algo más que la banalización de ciertas cuestiones. En nuestro país, como en buena parte de Europa, el antisemitismo se ha convertido en un cliché que permite saber si alguien pertenece a la izquierda de verdad, la alternativa, aquella a la que el PSOE de Pedro Sánchez ha cedido la iniciativa. Los judíos pasan a ser un signo abstracto, algo cosificado, sin realidad humana. El hecho de que los judíos estén hoy en día amenazados por toda Europa no tiene realidad, ni consistencia. El antisemita –no hay que engañarse– había llegado al Ayuntamiento por haber dicho lo que había dicho, no a pesar de ello.

No es que el concejal cesado sea partidario de cometer ningún crimen. Lo que cuenta es el chiste, que permite identificarnos. Y así como la trivialización del Holocausto funciona como la clave para saber quién es quién, otro tanto ocurre con los crímenes del totalitarismo comunista. En este punto, también hemos vuelto a algo que se creyó olvidado. Se pone entre paréntesis la mentira básica de la idea comunista y se da por supuesto que quienes recuerdan las hambrunas, los campos de concentración, la represión política y el desastre económico están haciendo propaganda. Para esta nueva izquierda, todo eso –incluido el recuerdo del exterminio– es del orden de la ideología, de la manipulación. La nueva izquierda, es decir estos nuevos estalinistas, parten del descreimiento absoluto en cuanto al fondo. Por eso también se puede afirmar sin rubor, como si fuera algo evidente, que en España estamos al borde de una crisis humanitaria, o que estamos en trance de implantar una nueva cultura política. Estamos en lo de siempre y, como ha demostrado este episodio, existen instrumentos para parar esta ola.