Alfonso Ussía
Psicópatas
Los psicópatas de la izquierda mugre española ya han encontrado al culpable del brutal atentado de Niza. Se trata de José María Aznar. Las policías española y francesa, la Interpol, el FBI, la CIA, Scotland Yard y el Mossad conocen el paradero del asesino. También yo. Creo que anda por El Escorial o sus alrededores, en los cursos de verano de FAES. Pero se trata de una coartada débil. Puede haber volado a Niza y estar de vuelta en El Escorial invirtiendo pocas horas. Pero basta de bromas, que la tragedia no las admite. Sucede que podría interpretarse como una broma de pésimo gusto el atribuir a José María Aznar, víctima del terrorismo etarra, la autoría del sangriento y estremecedor atentado terrorista islámico en Niza. El problema se sostiene porque no se trata de broma alguna. Esos desalmados, los mismos que celebran la muerte de un torero, los mismos que incitan al asesinato de algunos políticos del Partido Popular, los mismos que amenazan a Beatriz Talegón por poner las cosas en su sitio saltándose las vallas de las normas progres , los mismos que se ceban en el insulto a una viuda destrozada, los mismos que celebran el Ramadán y amenazan con pintadas los templos católicos. Los mismos que se oponen a condenar la sanguinaria intolerancia del Islam, los mismos que defienden la prisión caprichosa de los inocentes en Venezuela, los mismos que oprimen a sus ciudadanos con consignas nazis de represión lingüística, los mismos que establecen comparaciones y equivalencias entre los que matan y los que mueren, esos mismos, los de la izquierda psicópata y mugre, han determinado que Aznar es el culpable del atentado de Niza. Y no existe la posibilidad de la sonrisa, porque en su retraso mental y su rotunda incultura, no caben las posibilidades de la reflexión. Pienso en la culta izquierda española y lamento los malos momentos por los que atraviesa, y el ridículo que siente cuando analiza a sus representantes, y el hueco insalvable que separa a la izquierda española leída, incluso a la más radical, de estos desgarramantas con el odio como única mochila y la envidia de la mediocridad como sola alforja de compañía.
Los asesinos, y a ver si se entera de una vez un tal Pablo Hasel, el rapero íntimo de Iglesias y Monedero, el que vomita bazofias y vive con la esperanza de disfrutar del dolor ajeno, los asesinos –repito–, son los terroristas del Estado Islámico. Los que han sido recibidos en Europa con los brazos abiertos, y responden a la bienvenida con la brutalidad medieval que caracteriza sus actos. Estos asesinos han sido perfectamente instruidos para matar inocentes. Su Dios, en su interpretación monoteísta de la Edad Media, sigue ordenándoles asesinar a los infieles, sean franceses, españoles, ingleses o americanos, y con igual perversión a hombres, mujeres o niños. La sangre de un occidental es su triunfo, incluida la sangre de Pablo Hasel, al que no deseo que se tope con ellos mientras comparte con sus amigos una cerveza o pasea confiado en su serena libertad. Acusar a Aznar del atentado de Niza sólo cabe en mentes tan podridas por el odio y tan deshabitadas por el raciocinio, que asusta pensar hacia dónde podríamos ir si algún día el mundo occidental cayera en sus manos.
Están ahí. En las redes sociales, en los medios de comunicación, en los despachos de influencias, en las estrategias políticas, en los ayuntamientos, los parlamentos autonómicos, el Congreso de los Diputados y el Senado. Están ahí, y cuando el islamismo destroza una esquina cualquiera de Europa o América, y deja en la esquina decenas de muertos inocentes, ellos celebran la «hazaña», y sólo los más significados del conglomerado del odio se ven obligados a manifestar un sentido pésame que no sienten nada. No se trata en exclusiva del fanatismo, de la incultura o de la majadería. Son fanáticos, son incultos y son majaderos, pero además de todo ello, son psicópatas violentos que depositan en otros más violentos todavía, sus esperanzas del caos. Y también son cobardes. Están ocultos en el anonimato, se mueven por las cloacas, y cuando sienten que pueden ser identificados, se convierten en víctimas de una persecución que no les persigue.
Están ahí. Si el terrorismo islámico no los tuviera de aliados, su capacidad terrorista menguaría notablemente.
Cuidado con ellos.
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