César Vidal
Puro placer...
E l cigarro puro ha quedado asociado para muchos con la imagen del poder. No se trata sólo de las caricaturas en que los despiadados capitalistas fumaban gruesos habanos y lucían joyas, sino una colección de ejemplos verdaderamente llamativa. Hay quien señala que el primer aficionado a los puros fue Alejandro VI, el famoso papa Borgia, que los probó procedentes del continente recién descubierto y los sumó al elenco de sus placeres. Su conducta fue excepcional durante mucho tiempo ya que Napoleón, por ejemplo, prefería el rape, pero se extendió a lo largo del siglo XIX. Ulysses S. Grant, vencedor de la guerra civil americana, era un consumidor casi compulsivo de cigarros y lo mismo sucedía con algunos de sus rivales más encarnizados. Winston Churchill adquirió la costumbre –junto con la de la siesta– cuando era corresponsal en la guerra de Cuba y la mantuvo hasta el fin de sus días. Poco podía imaginar que también uno de los ases alemanes de la batalla de Inglaterra –el veterano de la Legión Condor Adolf Galland– los fumaría con verdadera delectación hasta que, octogenario, se vio obligado a conformarse sólo con oler su aroma. Gran fumador de puros fue también el Che –víctima del asma–, que los consumía con fruición, una circunstancia que fue interpretada por alguna de las personas que lo conoció como un acto de autodestrucción. Igualmente, los fumaban dos personajes que se enfrentarían enconadamente, como fueron Fidel Castro –que terminó abandonándolos por razones de salud– y el presidente Kennedy. En España, los han fumado personalidades situadas en el extremo del espectro político como Felipe González, Segurado, Mayor Oreja o Rajoy. La pregunta sobre esta preferencia – contrapuesta a la pipa de Stalin, los cigarrillos de Eisenhower o la abstinencia de Hitler y Franco– ha tenido distintas respuestas. El magnate sureño encarnado en «El rey del tabaco» por Gary Cooper diría aquello de «ya sólo ver los cigarrillos, me revuelve el estómago». Sigmund Freud, gran fumador de puros, le dio –¿podía ser de otra manera? –una interpretación sexual. Se trataría, ni más ni menos, que de presumir de falo. La explicación –discutible como lo es el freudianismo– lleva a preguntarse por qué la afición se ha dado en mujeres como Sara Montiel o Esperanza Aguirre. Quizá la explicación más acertada sea, como casi siempre, la más sencilla y fumar puros constituya, simplemente, puro placer.
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