Manuel Coma

Putin se impone a Obama

Los que viven informativamente de titulares –como el de este artículo– y creen que la última noticia cambia habitualmente el curso de la historia, podrán pensar que Kerry y Lavrov han dado en Ginebra, en raudas negociaciones, un vuelco decisivo a la situación siria, en el que Obama ha salido bien librado gracias a la buena voluntad de Putin. Los tales habrán contado media docena de veces en dos años con que el conflicto estaba a punto de terminar, con la victoria, preferentemente, de los rebeldes. El conflicto no termina, las armas químicas no han jugado en él ningún papel decisivo, salvo, quizás, en el caso de su utilización en Damasco el 21 de agosto. Seguirán matándose por los mismos procedimientos que ya han producido más de 100.000 muertos, en los que el bando gubernamental tiene ahora decisiva ventaja, gracias sus aliados. Obama se queda con las manos atadas, con una coartada supuestamente legal para la inacción, lo cual le puede convenir por más que le cercene opciones, dado que su preferida es quedarse al margen. Putin sale ganador neto, aparece como defensor de la legalidad internacional y de la santidad de la ONU, que tantas veces utiliza para paralizarla, y como hábil pacificador. En realidad refuerza la probabilidad de que Asad gane la partida y extermine a su enemigos dándole la victoria en el turbulento Oriente Medio a la perturbadora alianza que forman Rusia, Irán y la organización político-terrorista libanesa Hizbulá, ante la pasividad de Washington y la desesperación de sus aliados en la zona: Arabia Saudí, los países del Golfo, la frágil Jordania, la Turquía del nada leal Erdogan, el Egipto anti Hermanos Musulmanes, y, por supuesto, Israel. Y eso sí que sería un vuelco que podría llevar a unos ayatolas nuclearizados, lo que a su vez equivaldría a un triple mortal de consecuencias estremecedoramente calculables. Si vamos más allá del titular, lo que EE UU y Rusia han pactado tan velozmente es un texto que no se denomina «acuerdo» sino «Marco para la eliminación de las armas químicas sirias».

El tal marco consiste en una propuesta de «decisión» que las dos potencias hacen a la «Organización para la Prohibición de las Armas Químicas» y entre las propuestas del «marco» figura una que propone que el tal organismo someta su «decisión» al Consejo de Seguridad de la ONU, donde Rusia ha estado protegiendo con su veto al régimen Sirio, razón por la que Obama pasó del alto organismo cuando se sintió obligado, por insensatas palabras anteriores, a propinarle un azotito a Damasco con lo que Kerry llamó un ataque «increíblemente pequeño». Los adjetivos que más se usan en el «marco» y su anexo son «rápido» y sus sinónimos. En efecto, los plazos son alentadores. Para noviembre Damasco debería haber hecho una detallada relación de todo lo que tiene en producto final y en medios de producción, y para antes de mediados del 14 debería estar todo concluido. Cualquier experto en el tema dirá que, con la mejor de las voluntades del régimen, eso es técnicamente imposible. Fantasías aparte, conviene recordar el refrán que dice que «los malos pagadores dan plazos cortos». En todo caso es igual. Los gubernamentales no volverán a usar esas armas, y Obama tratará de quedarse lo más lejos posible de Siria, caiga quien caiga. Y caerán muchos. Putin, encantado de conocerse.