Alfonso Ussía
¿Qué culpa tiene el Rey?
Leo y oigo que en el Partido Popular están enfurruñados con el Rey. Que no entienden su decisión de encomendar a Pedro Sánchez la formación del nuevo Gobierno. ¿Qué culpa tiene el Rey de que Rajoy haya claudicado de sus derechos? El Rey ha propuesto a Sánchez porque Sánchez ha sido el único que le ha confirmado al Rey su capacidad para formar Gobierno, nos guste o no nos guste, que no nos gusta nada. El Rey no tiene la obligación de descifrar los enigmas mentales de Rajoy, que son como los de las libélulas, indescifrables. Lo justo sería que en el Partido Popular estuvieran enfadados con Rajoy, que no ha querido administrar ni poner en valor su triunfante derrota. Él deja hacer, confía en el fracaso de Sánchez y expone a España a un Gobierno más peligroso que una grúa en pleno temporal.
Entre las dos audiencias, el Rey y Rajoy han conversado más de cien minutos. Son muchos. Si después de cien minutos de charlita Rajoy no le ofrece al Rey ninguna salida, el Rey hace bien en buscar la salida por otra parte. Eso no quiere decir que la salida sea la deseada y que su camino vaya a llegar al final. Son muchos, por fortuna, los obstáculos que tiene que superar quien ya se considera el nuevo presidente. Pero el Rey no es el culpable de la quietud de Rajoy ni del sentido del tiempo de Rajoy, en tantas ocasiones desesperantes.
Si yo fuera militante del Partido Popular mi decepción y enfado se reunirían en la actitud de Mariano Rajoy, que empieza a ser indefendible incluso para este periódico que tanto le ha dado sin pedirle nada a cambio. Mariano Rajoy nos ha llenado las orejas de frases inmortales referidas al bien de España, que siempre es el bien fundamental, el que sobrevuela las ambiciones de las personas. Pero cuando fue preguntado si el PP se abstendría de llegar a un acuerdo el PSOE y Ciudadanos, la persona respondió tajantamente que no. Que era él, la persona, como candidato más votado, el único que podría presidir un nuevo Gobierno, dejando abierta la terrorífica posibilidad del acuerdo del PSOE con los estalinistas camuflados de Podemos. El PSOE ha perdido mucho en las últimas elecciones, y ha obtenido el peor resultado de su historia. Pero está en disposición de gobernar gracias a la desastrosa y extravagante Ley Electoral que Rajoy no se ha atrevido a tocar en cuatro años de mayoría absoluta. España es una democracia coja, en la que se permite que el voto de un vasco o de un catalán tenga mucho más valor contable que el de un castellano o un andaluz. Para eso están los parlamentos autonómicos. La operación para aliviar la cojera del sistema democrático la ha tenido Rajoy en sus manos. No se ha atrevido. Ahora se lamenta. Nuestro sistema democrático ampara la compraventa de escaños, los pactos interesados entre los perdedores y la adulteración de los resultados electorales. Además de Pedro Sánchez y el PSOE, los otros grandes derrotados han sido Rajoy y el PP, a pesar de su incontestable victoria en las elecciones, con más de treinta escaños de diferencia. Lo que sería una victoria clara en otra nación occidental, en España es una derrota. Lo que llevaría a una segunda vuelta al PP y al PSOE en el caso de que se modificara la Ley electoral, en España es chantaje, coacción e intereses ajenos a los electores. España no ha votado un futuro Gobierno PSOE y Podemos con el bastón de los independentistas. Eso es mentira. España ha votado con decepción, que es muy diferente. Si Rajoy no ha querido administrar su triunfo desde la minoría y se niega a renunciar a la presidencia en beneficio de una alianza más o menos aceptable –PSOE y Ciudadanos–, Rajoy es el gran problema. Que se enfaden en el PP con el Rey y no con Rajoy no es analizable políticamente. Ese análisis entra de lleno en las competencias de la psiquiatría.
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