Partidos Políticos
Que Dios me guarde
Durante la crisis, una de las grandes diferencias entre EE UU y Europa fue la política monetaria. La férrea disciplina alemana impidió, hasta el año 2014, que los países pudiesen obtener financiación barata del BCE.
Si el Sr. Draghi no prestaba el dinero, debía hacerlo el sector privado, es decir, los mercados financieros. Sin embargo, un prestamista se fía de un prestatario sólo si se cobra caro el riesgo. Ésa fue la razón por la que la prima de riesgo se disparó y, además, exigieron otras garantías.
De esta manera, el presidente Zapatero anunció en el año 2011 la reforma del artículo 135, que consistía en incluir en la Ley Fundamental que los primeros en cobrar del Estado serían los que le prestasen dinero.
Algunos mostramos desacuerdo, no tanto por el fondo, intentar no gastar más de lo que se recauda es de sentido común, sino porque significaba que quien tenía la última palabra no era la política, sino la economía y que los poderes financieros obligaban a cambiar algo tan intocable como la Constitución.
Hubo quienes defendieron la medida con pasión, nos acusaron a los que teníamos reparos e incluso pidieron el relevo en nuestras responsabilidades. Años después alguno de ellos renegó de su apoyo a aquella medida y, a día de hoy, plantea abiertamente su modificación.
Podemos nunca ha querido que el PSOE tenga el poder. Ha realizado una operación compleja y de resultado incierto que ha organizado en dos fases. La primera consistente en echar al PP del gobierno y desinflar las expectativas de Ciudadanos, la segunda, expulsar al PSOE del gobierno en las urnas o, en el peor de los casos, entrar en coalición con él.
La moción de censura se saldó con éxito, estuvo más activo el Sr. Iglesias que el actual presidente y el Sr. Rajoy fue desalojado de La Moncloa. La segunda fase se ha puesto en marcha y va a consistir en buscar contradicciones internas al PSOE.
Los morados han presentado un documento que exige al gobierno la derogación de la ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera, que es la que desarrolla legislativamente la reforma del artículo 135. En este asunto el PSOE sólo tiene cosas que perder.
Cuando el Sr. Sánchez renegó de la medida tomada en 2011 en un acto de la UGT, situó al presidente Zapatero en el lado de sus enemigos internos. Después todo cambió y con la victoria en las elecciones primarias, el ex presidente se ha volcado ofreciendo el apoyo más explícito de entre los antiguos secretarios generales socialistas.
Rectificar es una muestra de humildad y el reconocimiento de haber estado en una posición errada. Sin embargo, pasar de ser hooligan del 135 a firme detractor requiere algunas explicaciones para que no sea interpretado como oportunismo y que, a la postre, se convierta en algo perjudicial para los intereses socialistas.
El daño para el PSOE ya está hecho, ningún acto de contrición devolverá la confianza a los votantes que la perdieron en 2011, en todo caso ratificarán que estaban en lo cierto.
Cada momento tiene su afán y era entonces cuando la responsabilidad política exigía ser leal con el presidente Zapatero y haber intentado convencerle para que tomase otro camino, como hicieron algunos dirigentes sin éxito, entre otros, el entonces candidato a la presidencia del gobierno.
Ahora que la crisis se va diluyendo y las dificultades de financiación pública son menores, la propuesta podemista sólo tiene como beneficiario a quien se quiere convertir en verdugo de los socialistas.
Se ha abierto la veda y atención al refranero que dice: «Dios me guarde de mis amigos...».
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