Iñaki Zaragüeta

¡Qué ganas de marear!

¡Qué ganas de marear! Si realmente quieren acabar su historia, ¿qué problema hay para que anuncien su disolución, entreguen las armas y se pongan a disposición de la Justicia quienes hayan dado razones para ello? Después, ya serán tratados como cualquier otro en sus circunstancias. Los acusados, como acusados, los presos, como presos, los arrepentidos, como arrepentidos y los inocentes, como inocentes.

Nada de esto han hecho. Entonces, ¿cómo vamos a creer en la buena voluntad de ETA si mantienen más de 250 pistolas, más de una tonelada de polvo de aluminio para explosivos, miles de matrículas falsas, varias prensas troqueladas...? A cambio, para que creamos sus buenas intenciones, dicen haber sellado «de forma unilateral» cuatro pistolas, dos granadas, 300 balas y 16 kilos de explosivos. Si no fuera porque todo eso mata, proporcionalmente, el gesto parece broma.

¡Qué decir de los componentes de la Comisión Internacional de Verificación! Dan la impresión de esforzarse con denuedo en que los veamos como vividores, como simpatizantes de los terroristas o como enemigos del resto de los españoles. Manifiestan su esperanza de que el gesto de la banda desemboque en paz duradera. ¿Cuándo?, ¿cuándo consigan sus objetivos?; ¿por qué, en lugar de esperanza, no reclaman la certeza? Con estos personajes en el escenario, sin la actuación de las Fuerzas de Seguridad, el escenario sería trágico, mucho más del conocido.

Eso sí, reconozco que ETA ha dejado de matar desde 2011. Tampoco olvido que, políticamente, había sido compensada –ahí están en las instituciones– con quienes nunca debieron legalizarse. Pero me quedo con las palabras del ministro: «Si ETA quiere desprenderse de las armas, no necesita verificadores. La Policía y la Guardia Civil son suficientes para ello. Así es la vida.