Irene Villa

Que se vea, que se sepa

La Razón
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Es desgarrador ver la bandera española de nuevo con un crespón negro, no hace tanto... apenas ocho años atrás, cuando ETA asesinó en Mallorca a los jóvenes guardias civiles Carlos y Salva. Pero más desgarrador aún es ver esos cuerpos tirados en las pulcras Ramblas de Barcelona, atropellados y masacrados, que tantos quieren censurar y silenciar. Las víctimas son las que verdaderamente hablan del terror. Y esas imágenes son las que hacen que el resto, además de sobrecogerse, se levante y actúe. Son las que nos mueven a donar sangre, a solidarizarnos con un colectivo trágicamente amplio en nuestro país, a decir Basta Ya, a condenar la violencia, a unirnos contra el terror. Del mismo modo en que lo que no se conoce, no se puede llegar a amar, la realidad terrorífica, dantesca y abominable, tampoco puede condenarse con la misma rotundidad si nos impiden acceder a ella. Siempre estaré en contra de maquillar la realidad, de suavizar la verdad, de lo que llaman mentiras piadosas. Porque todos hemos venido a aprender, a fortalecernos, a golpearnos y luchar, a endurecernos. Por supuesto, respetando la identidad de las víctimas, no veo por qué hay que ocultar las imágenes del terror que son capaces de sembrar las mentes débiles inundadas de odio, prejuicios, complejos, victimismo, fundamentalismo... y demás «ismos» que son los verdaderos enemigos de la humanidad. Que se vea el dolor que son capaces de causar los terroristas.

Ante contundencias como: Europa es el cáncer, el Islam es la respuesta o usaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia, hay que ser contundente. Soy humanista, defensora de todas las culturas, tradiciones, amante del multiculturalismo... Derechos Humanos, respeto y empatía son mis máximas. Sin embargo, quienes vulneran el principal derecho, el derecho a la vida, y encima lo hacen tratando de imponer un régimen despiadado con mujeres adúlteras y homosexuales, pierden todo respeto. Que se sepa que, como afirma Pérez-Reverte con total claridad, son muchos los que han venido «no a occidentalizar el sano Islam, sino a islamizar un enfermo Occidente».