Lucas Haurie

Quiénes lo pagan

No es un síntoma cualquiera, sino la misma esencia cancerosa del mal que nos terminará de arrastrar por el lodazal de la miseria. La Junta prescinde de más de dieciséis mil empleados públicos en un año, escabechina que se ha cobrado básicamente a 7.000 sanitarios y 7.400 profesores. Es decir, trabajadores que prestan los dos servicios más perentorios de cuantos competen al bipartito. Las prioridades del Ejecutivo regional son diáfanas, a la luz esclarecedora de estas cifras: que le vayan dando a los pacientes del SAS y a los alumnos del sistema de enseñanza más deficiente de la Unión Europea pero que no le falte ni gloria a ni uno solo de los trincones enchufados en gabinetes, empresas públicas, cargos de confianza y demás chiringuitos de la administración paralela. Que el Gobierno sociocomunista trabajaba para su clientela a costa del bienestar de la ciudadanía en general era una certeza que no necesitaba de ningún refrendo estadístico. Pero los números, en su frialdad, son apabullantes: casi el 90% de los puestos de trabajo amortizados proceden de los sectores de la educación y la sanidad, salarios mileuristas de los que se prescinde para poder seguir alimentando a un ejército de burócratas improductivos. Esta realidad define mejor que cien tesis sobre ética la fibra moral de la casta política. Si echan un vistazo a alguna portada de ayer, verán cómo han evolucionado en este lustro de crisis los ingresos de quienes reclamaban sacrificios y verán, con desazón, que la podredumbre no distingue entre partidos.