Restringido
Raffray y la casa de Van Gogh
En teoría de juegos se utiliza a menudo la historia de un francés, el Sr. André-François Raffray, a quien en 1965 se le ocurrió un negocio que se le antojó redondo e hizo un trato con la anciana Sra. Jeanne Calment, una mujer de 90 años afable y consumida por el tiempo. El acuerdo consistía en que el Sr. Raffray pagaría 500 dólares al mes a la señora a cambio de que, cuando ésta muriese, una mansión en plena ciudad, de la que era propietaria, pasara a manos del hombre de negocios. El día que firmó el acuerdo con la venerable anciana lo celebró. Por un precio que consideraba módico, dada la edad de la señora, obtendría la propiedad de la gran casa en la que vivió el mismo Van Gogh, toda una ganga. Sin embargo, el día de navidad de 1995, el Sr. Raffray murió a consecuencia de una enfermedad cardíaca con sólo 77 años, y esa misma noche, la Sra. Calment cenó foie gras, muslos de pato, queso y tarta de chocolate. Tenía 120 años y el mismo aspecto de mujer consumida pero con una salud de hierro. Hasta ese momento, el difunto Sr. Raffray había desembolsado la cantidad de 184.000 dólares por una casa que nunca llegó a ocupar. En ocasiones lo que puede parecer una buena inversión, se termina convirtiendo en un fiasco y viceversa. A veces compramos productos de los que no esperamos mucho, por ejemplo un coche de segunda mano, que resulta ser excelente y duradero. Los economistas suelen analizar este caso como un ejercicio de toma de decisiones con incertidumbre en la información. Al final, la clave para ellos es que las personas tomamos decisiones sin conocer con certeza cuáles serán las consecuencias. En general, el problema se resume en intentar despejar el mayor número de incertidumbres, y a partir de ahí, tomar las mejores decisiones teniendo en cuenta que es inevitable cierto grado de error. Hay un ángulo que no se contempla desde ese punto de vista, es también el aspecto ético. Las ansias del Sr. Raffray por el palacete le hicieron calcular mal. Es verdad que no era muy previsible que alguien llegase a cumplir 120 años, y la avaricia le cegó. No optó por pactar un precio fijo, quiso jugar con las expectativas y ahorrarse una cantidad de dinero que preveía importante, a expensas de una nonagenaria. La visión ética desestimaría todo el razonamiento. Lo que intentaba el Sr. Raffray era adquirir un chollo a costa de lo que parecía la inminente muerte de una anciana. Para muchos, este segundo aspecto nos resultaría esencial en su aplicación práctica, aunque desde el punto de vista teórico sea interesante el desarrollo lógico de la anécdota. El palacio más ansiado en este momento en la política española es, sin duda, La Moncloa. Pero lo primero que debería hacer la dirección política de los socialistas es desconfiar de los atajos para llegar al poder. Nunca se podrá gobernar el país a precio de ganga. Para gobernar hay que tener la legitimidad de las urnas, el respaldo de la sociedad. A partir de ahí se podrán establecer acuerdos y actos que propicien la estabilidad gubernamental. Cuando las urnas te han dado la espalda de forma inequívoca y contundente, no se dispone del capital político necesario para adquirir la llave de La Moncloa. Intentar llegar con un activo político mermado sólo es posible pagando un precio que puede parecer más barato. En definitiva es pagar un precio mucho más alto por algo que no llegará. Es momento de recuperar la sensatez, de asumir el mandato de los ciudadanos en las urnas, de recapacitar por qué los socialistas tenemos el menor apoyo social de nuestra democracia y de por qué nuestro candidato fue el menos votado de los cuatro aspirantes a la Presidencia del Gobierno. El camino más duro suele ser el más largo, pero también es el más seguro. Un dirigente político tiene en sus manos el futuro de la organización a la que representa, de miles de personas comprometidas con sus ideas y las esperanzas de millones de ciudadanos. Un líder sabe que también tiene en sus manos su propio futuro personal, pero esto siempre es secundario a tomar una decisión.
✕
Accede a tu cuenta para comentar