Alfonso Ussía

Rebuzno jerezano

La Razón
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El Ayuntamiento podemita de Jerez de la Frontera le ha retirado a don José María Pemán su condición de Hijo Adoptivo de la ciudad. Pemán fue uno de los grandes del siglo XX. Autor teatral de éxito, no siempre tratado con cortesía por los críticos. Escribió en verso «El Divino Impaciente», «Cisneros», «Cuando las Cortes de Cádiz», «La Santa Virreina» y «Metternich», entre otras. Prosista luminoso. Maestro inigualado del texto periodístico desde sus maravillosas «Terceras» de ABC. Ensayista, poeta, y gran señor en su casa y en la calle. Gaditano de nacimiento y casado con una jerezana, doña Carmen Domecq, con la que cumplió su proyecto más ilusionante. Su familia. Presidente durante treinta años del Consejo Privado del exiliado Conde de Barcelona, para muchos Juan III, El Rey. Decidido hacedor y partidario de la reconciliación de las dos Españas. Orador excepcional, y conversador único, siempre acompañado de su acento de «Cai» que jamás intentó disimular. Cuando el Rey Don Juan Carlos I le concedió el Toisón de Oro en recompensa a sus servicios a España y la Corona –la Corona desterrada–, un Pemán octogenario, impedido y devastado por el paso del tiempo, reservó su emoción al amor de su vida, el amor jerezano de Carmen Domecq con cinco hijos de buena cosecha. Cuando doña Carmen falleció Pemán sintetizó toda su fe y devoción cristiana en su bellísimo poema «Resignación», que culminaba con la aceptación del gran dolor y la tristeza: «... por tu bondad y tu amor,/ porque lo mandas y quieres,/ porque es Tuyo mi dolor,/¡Bendita sea, Señor/ la mano con que me hieres!». Y su preciosa «Elegía al Niño Mariscador», y el extenso y genial poema a la Feria de Jerez. Don José María no hizo otra cosa que hacer el bien con su señorío, su bondad y su generosidad. Dedicaba a los jóvenes –yo fui un privilegiado–, el mismo interés y atención que a los sabios. Gracia natural de verónica y revolera. «¿Sabes por qué en España nos enfadamos unos con otros con tanta frecuencia? Porque en el norte se anda, en el centro se va y se viene, y en el sur se para; y también porque en el norte se guisa, en el centro se asa y en el sur se fríe, y el guiso, el asado y el frito jamás se han llevado bien».

El genial escritor y poeta, el patriota leal y constante, el portador del liberalismo gaditano, el hombre que no hizo daño a nadie y perdonó todas las injusticias, humanas y literarias, que por ser quien era y a quién representaba le llovieron en abundancia, ha sido despojado por el odio de su condición de Hijo Adoptivo de Jerez. El inculto, rencoroso, resentido, guerracivilista y violento partido que hoy predomina en el Ayuntamiento de Jerez, ha rebuznado. A estas alturas, las estupideces e injusticias degradan a sus autores. Me contaba Jaime Campmany que un día le dio por masacrar desde su «Pajarita de Papel» del diario «Arriba» a don José María. Un artículo brutal, según Jaime. Esperaba con ilusión la réplica pemantina en una Tercera de ABC. Jamás se produjo. Su blanca venganza fue mucho más sutil. Cuando Pemán citaba a Jaime Campmany en sus artículos, nunca escribió correctamente el apellido del gran murciano. Campany, Canmany, Companys... En un encuentro, Jaime le pidió perdón: –Don José María, perdóneme, y después de perdonarme escriba correctamente mi apellido–; –Se lo prometo, Jaime–. Dos días más tarde Pemán citó a Campmany en su artículo. Y escribio Campanys.

La grandeza de don José María se le escapa a los burros. Jerez le hizo Hijo Adoptivo y él adoptó a Jerez. Poco le van a importar a don José María las coces y los rebuznos. Pero sí a sus hijos y nietos, que guardan y custodian con honor su memoria. A ellos me dirijo. Se irán los asnos y retornará la sensatez y la justicia al Ayuntamiento de Jerez. Mejor ni menearlo. El silencio es el mayor desprecio que merece la grosería del rebuzno. Gloria y amor a don José María Pemán, el olvidado por la cultureta oficial, el español rotundo, el genio de la luminosa Baja Andalucía que tuvo la desfachatez de escribir como los ángeles. «Feria de Jerez./ Rumbo y elegancia de una raza vieja/ que gasta diez duros en vino y almejas/ vendiendo una cosa que no vale tres!».

Pues eso. El rumbo y la elegancia están de vacaciones. Pero volverán.