Joaquín Marco
Reformas vs corrupción:las bazas del PP
Mariano Rajoy declaró ayer que no le temblará la mano si descubre irregularidades en el partido del que es el líder. No hay por qué ponerlo en duda. Rajoy ha demostrado en más de una ocasión su capacidad para hacer frente a los problemas. Así que ha llegado la hora de tomar la iniciativa y demostrar con hechos que, efectivamente, los políticos no son todos iguales y que no tienden a protegerse unos a otros frente al escrutinio de la opinión pública.
Rajoy y los dirigentes del Partido Popular saben que será difícil continuar con las políticas reformistas, de ajustes y de austeridad, si quienes las tienen que poner en marcha no ponen orden en su casa. Va a ser necesario pedir más esfuerzos y más cambios, y la opinión pública responderá si ve en sus dirigentes la voluntad de dejar de derrochar y, más aún, la voluntad de alcanzar un máximo de transparencia. Hay reacciones exageradas, pero también es verdad que ya no cabe más tolerancia hacia conductas despilfarradoras, ni hacia cualquier posible corrupción. La fiesta se acabó hace ya algunos años, aunque parece que hay quien sigue sin darse cuenta. La urgencia es aún mayor en vista de la especial posición del Partido Popular en la vida política española. El Partido Popular no es una organización política más, ni un partido de gobierno entre varios. El Partido Popular es, hoy por hoy, el único partido nacional, capaz de vertebrar España y afrontar la crisis en serio, con una política global y coherente de reformas. Todo el sistema de la democracia española reposa sobre él. Por eso, más que recurrir a metáforas como las de los palos y las velas, conviene ser muy consciente de que cualquier debilidad que padezca el Partido Popular se traduce de inmediato en debilidad del conjunto del sistema.
Desde esta perspectiva, un caso como éste, siendo –evidentemente– un asunto poco afortunado, también le proporciona al Partido Popular la posibilidad de sanear su propia organización y por lo tanto el sistema entero. Los españoles, por desgracia, no podemos contar con una oposición capaz de cumplir ese papel. Si el PSOE fuera un partido de gobierno, se habría enfrentado a los casos de corrupción interna como los de Andalucía o los protagonizados por algunos de sus dirigentes. No ha sido así, lo que demuestra que los socialistas tienen una concepción puramente instrumental de la Justicia y de la Ley. Creen poco en ellas, y eso mismo acaba inhabilitándoles para cumplir su función política, con lo que todo el sistema corre el riesgo de colapsarse. De ese cinismo de fondo, la opinión pública suele deducir que, en nuestro país, la corrupción no es una conducta delictiva, sino una práctica común en la política, equiparada así al puro trapicheo, al enjuague. No es de extrañar que cunda la sensación de que la política es una actividad intrínsecamente sucia, y la convicción de que los políticos son uno de nuestros principales problemas. El Partido Popular tiene una buena oportunidad para demostrar que, al menos en lo que a él respecta, no es así.
Para aclarar su posición, Rajoy puede contar con una sociedad mucho menos ingenua de lo que el ruido antipolítico deja suponer. Si los españoles son capaces de afrontar con sensatez un proceso de ajuste como el que estamos viviendo, también serán capaces de distinguir la diferente calidad de las conductas políticas. El Partido Popular y el Gobierno deberían saber que, por mucha que sea la demagogia de una oposición al borde siempre de la actitud antisistema, la mejor forma de encarar problemas como éste es apelando a la racionalidad y a la madurez de la opinión pública.
También cuentan con el sistema judicial, que casi siempre ha demostrado su independencia y al que tampoco le ha temblado el pulso a la hora de esclarecer casos muy comprometidos. Y en contra de lo que muchas veces parece, los dirigentes del Partido Popular deberían saber que cuentan con unos cuadros, una militancia y una parte muy importante de la sociedad española en la que apoyarse y en la que confiar a la hora de acometer las reformas ineludibles que necesitamos todos. Las tentaciones de abrir un frente interno en el centro-derecha español parecen haber ido en aumento en los últimos meses. También aquí los responsables del Partido Popular tienen la ocasión de librarse de los indeseables –es decir, de los elementos de corrupción– y de aclarar el panorama.
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