José María Marco

Regeneracionistas y salvapatrias

La crisis económica actual no es una más de las que hemos vivido en los últimos cuarenta años. Esta crisis es el final de un modelo en el que el Estado ha jugado a servir de red de seguridad para todas las personas en cualquier circunstancia. Al desplomarse los pilares morales que sostenían el consenso socialdemócrata o socialcristiano, el Estado empezó a crecer de forma desmedida. Ahora es imposible pagarlo. Y no sólo eso: el Estado (el Estado de bienestar concebido de esa forma) se ha convertido en uno de los principales obstáculos para la vuelta al crecimiento económico. En España la situación se agrava porque los acuerdos políticos y económicos que datan de los años de la Transición impusieron, sin que nadie lo haya cambiado hasta ahora, un modelo rígido e intervencionista, además de los superEstados autonómicos, que nos hace incapaces de responder a las situaciones de cambio.

Desde la sociedad se plantean al Estado –gobiernos y «políticos»– demandas contradictorias. Por un lado, se le pide que aligere su peso. Por otro, se le pide que no deje de seguir prestando los servicios que venía prestando hasta ahora –servicios que ya no va a poder prestar en muchas generaciones–, y todo eso envuelto en grandes consideraciones de carácter moral.

La corrupción y la percepción de la corrupción complican aún más un panorama diabólico. Hechos que antes eran aceptables hoy son vistos como privilegios injustos, y los casos de corrupción real se agravan por el contexto en el que se sitúan. Es lógico que la gente, los ciudadanos como se dice ahora, respondan con exasperación. No lo es tanto que desde la política, algunos medios de comunicación e incluso la judicatura se sobreactúe. No somos el único país en el que hay corrupción, ni siquiera el que más corrupción padece. La justicia funciona, en general, correctamente. Y el sistema democrático –y los propios partidos– responden a la realidad de la sociedad española. Cualquiera que lo desee puede fundar una nueva organización en el momento que lo considere oportuno. «Volver a fundar el sistema», «regeneración», «una España nueva»... Todo eso ya lo hemos oído. Parece que hay muchos españoles, en particular de los que deberían mostrar más responsabilidad, encantados con la idea de protagonizar lo que sería, sin duda alguna, una nueva catástrofe. Cuanto peor, mejor: esa es la consigna del día. Es un error monumental. Los españoles no necesitamos caudillos regeneracionistas y salvapatrias. Con un poco de honradez basta y sobra.