Cristina López Schlichting
Reos de muerte
Valiente, La Razón, dando un paso adelante: «Je suis Charlie». Que no es moco de pavo, porque los que firmamos esto somos reos de muerte. Desde el director, Paco Marhuenda, al último plumilla. Ayer hice una tertulia con jóvenes de origen marroquí en Cope y la mitad se rajó, por miedo a los integristas. «Yo no quiero morir», me dijo uno de ellos. «Charlie Hebdo» no es una publicación de mi preferencia, pero los cristianos estamos acostumbrados a que se satirice y rebaje la imagen del Papa, la Virgen o Jesús, sin ceder un ápice a la tentación de la violencia. La libertad de expresión se dirime en los tribunales. Los que estos días han censurado la línea editorial de «Charlie», colaboran de una manera extraña con el terrorismo. Porque los terroristas –sean FARC, ETA o EI– imponen su poder a través de la fuerza. Ése es su problema, no las convicciones. A veces hablan de liberación nacionalista; otras defienden un modelo de Estado; ahora quieren la coherencia moral que a su juicio es la sharía; pero todos tienen en común la erradicación del que piensa diferente. El libanés @Aboujahjah, escribía esta semana: «Yo no soy Charlie. Soy Ahmed, el policía asesinado. Charlie ridiculizaba mi fe y cultura y yo he muerto defendiendo su derecho a hacerlo». Me ha parecido un bello tuit. Ésa es la diferencia: ellos nos matan por no compartir su verdad; nosotros defendemos su derecho a discrepar de nuestras ideas. Evidentemente, son dos niveles de civilización. Es importante que el islam aborde su propia definición. El mundo musulmán necesita, como señaló Benedicto XVI, hacer las cuentas con la relación entre fe y razón. Aconsejaría vivamente releer ahora el discurso del Papa Ratzinger en Ratisbona, que costó un disgusto con ciertos sectores musulmanes. Hoy por hoy, buena parte del islam sostiene que el hombre que ofende a Dios es reo de muerte. Como si no fuese Dios quien hubiese creado al hombre libre. El Eterno, según esta concepción, sería totalmente trascendente, superior y ajeno al entendimiento humano. Por el contrario, la tradición griega y cristiana coinciden en señalar a Dios como el «Logos», la razón suprema. Y encima, con el Evangelio, esta razón se encarna para hacerse totalmente accesible. Si el islam no recoge el valor de la libertad, el hombre musulmán está condenado a ser esclavo de Dios y todos los que gritamos «Je suis Charlie» seremos, en efecto, reos de muerte. Viva «Charlie».
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