Julián Cabrera

Resbaladizos apareamientos

Me mostraba recientemente un destacado miembro del Gobierno su contrariedad, no tanto por la pérdida de poder territorial de su partido en un proceso de pactos con puntuales aromas a Tinell como por la asfixiante cercanía entre comicios municipales y generales. «Hay que buscar la fórmula para volver a espaciarlas» me apuntaba este miembro del Ejecutivo con pocas papeletas por cierto para ser carne de inminente remodelación.

En ese contexto, el entendimiento entre las cuatro formaciones protagonistas de nuestra política no por necesario deja de ser extremadamente complicado, los «emergentes» no sólo no se presentan como eventuales muletas, sino que supuran una indisimulable vocación de fagocitar al partido tradicional contiguo de cuyos primeros votos desertores ya están dando buena cuenta.

Los últimos síntomas del proceso negociador que culminará el sábado 13 atisban claros elementos de análisis. Ciudadanos desciende en encuestas como la publicada por este periódico, pero eso no es del todo solución para las aspiraciones de Rajoy de renovar mandato teniendo en cuenta que una gran movilización de la izquierda podría hacer insuficiente el eventual apoyo del partido de Rivera para un PP ganador sin mayoría suficiente. Los resultados del 24-M son especialmente palmarios: Podemos está siendo más determinante para el PSOE que Ciudadanos para el PP. Paralelamente, llama la atención la desconfianza de Felipe González y otros renombrados socialistas ante el pacto con la izquierda radical, sobre todo porque durante décadas los socialistas han gozado de un inmenso poder territorial gracias precisamente al apoyo de izquierdas radicales de distinto pedigrí. La pregunta es ¿por qué González y compañía ponen hoy el grito en el cielo y no lo hicieron ante los pactos con BNG en Galicia, el tripartito en Cataluña y otros resultantes de Tinell? Porque de aquello no se puede culpar a Pedro Sánchez.