José María Marco

Rescate de Cataluña

La Razón
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A día de ayer, 18 de enero, 3.208 empresas habían trasladado su sede social de Cataluña a otros puntos de España desde que se inició el proceso, el «procés» de secesión. Entre las últimas, ambas con destino a Valencia, están la empresa de transportes MRW y Ramón Soler, que produce accesorios de baño desde 1890.

Como ha expuesto en «Le Figaro» Nicolas Kein, traductor al francés del estudio de Serafín Fanjul «El mito de Al Andalus», en 1980, al salir de una dictadura que promovió la industrialización de Cataluña, la región alcanzaba el 19,1 % del PIB español, frente al 14,1% para Madrid. Eran los tiempos en que Cataluña era el motor de la economía española. Hoy Madrid produce el 18,9% del PIB español (un 25,5% de crecimiento), mientras que Cataluña contribuye con un 18,8% (un descenso del 3,9%). En 2916 el PIB catalán alcanzó los 211.915 millones de euros, mientras que el madrileño llegó a los 210.813. Como la población de la Comunidad de Madrid es menor, el PIB per capita en Cataluña fue de 28.599 euros, mientras que en Madrid alcanzó 32.723 euros. Así en casi todo, aunque no en las transferencias que reciben los catalanes, que aumentan considerablemente, en particular respecto a Madrid.

Esta tendencia, que el «procés» no ha hecho más que acelerar y que puede sin duda ser atribuida a numerosos factores, coincide con los años en los que Cataluña ha tenido el mayor poder de autogobierno de toda su historia. También ha sido uno de los períodos en los que más poder ha tenido en la política nacional, supeditadas como estaban las mayorías parlamentarias a los nacionalistas catalanes... Se puede hacer poco, en el corto plazo, en cuanto a la adicción al nacionalismo. Cuarenta años de construcción nacional y sobredosis diarias de narcisismo no se revierten en unos meses. Como casi siempre, del espejismo nacionalista sólo se sale después de la devastación. Ahora bien, sí se pueden plantear algunas cosas de otro modo. Cuando se habla del nuevo encaje de Cataluña, por ejemplo, habría que considerar no en aumentar el peso del nacionalismo, sino al revés: en el Estado central, claro está, pero sobre todo allí. Habrá quien hable de precio político. En realidad, se trata de rescatar a Cataluña del rapto nacionalista.