Julián Redondo

Resignación

La Razón
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El recuerdo del último Halloween perseguía al presidente Ángel Torres que, consciente de que la venganza deportiva superaba lo imposible, hizo ostentación del recurso del pataleo al argüir que no iría a la comida de directivos porque los rectores del Barça aún no le habían pedido disculpas por aquel episodio. Cuando el partido es a las cuatro no hay almuerzo. Como mucho, un tentempié en el antepalco.

Los lavabos ensangrentados (era pintura roja, que conste), los servicios visitantes hechos un asco y la irrupción de enmascarados en la conferencia de prensa de Víctor Rodríguez, con la guinda del 0-2, no eran ni una pesadilla con lo que se avecinaba. Descansó Luis Suárez porque, según Luis Enrique, «había jugado 850.000 partidos». Messi y Neymar no le echaron en falta. Ni el equipo. Después de 90 minutos en ese Camp Nou festivo y soleado: Barça, 6; Getafe, 0. Hubiese sido menos sonrojante la derrota de haberse producido por incomparecencia. Cierto que el vapuleado acudió al patíbulo con siete bajas y resignado; pero sin actitud, temperamento ni nervio no se puede afrontar un partido. Hasta avanzado el segundo tiempo los getafenses no cruzaron el campo; tardaron más de una hora en disparar y cuando lo hicieron habían encajado la media docena de goles. No es contra el campeón con quien se juega el Getafe la supervivencia en Primera, pero fue tan paupérrima su actuación que huele a Segunda a 625 kilómetros de distancia, los que separan Madrid de Barcelona.

La goleada del Barça no es noticia, sí la nula resistencia que encontró; tampoco es novedad que Messi falle un penalti. Ha errado tres en esta Liga; pero hizo el 4-0 y participó en cuatro goles. Su resignación no es la del «Geta».