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Resiliencia o morir

La Razón
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En la actualidad, la humanidad genera en dos días la misma cantidad de información que desde el inicio de la humanidad hasta el año 2003. Estamos interconectados e hiperconectados entre los individuos. Por tanto, las claves de la planificación para obtener objetivos en cualquier organización, ya sea ésta social, económica o política, han cambiado. A esto es a lo que realmente se llama globalización.

La contrapartida a tanta información es que las contingencias y los escenarios no previstos surgen con mayor rapidez y frecuencia. Por ejemplo, hace 20 años una empresa planificaba sus decisiones, con un estrecho margen de error, para los 20 años siguientes. Hoy en día la mayoría lo hace en un escenario temporal que no va más allá de los siguientes 20 meses.

Por esta razón, las estrategias deben ser diferentes. Es imposible pasar desapercibido cuando te toca protagonizar algo. Muy al contrario, las ausencias se hacen mucho más evidentes. En apenas un par de días todo el interés mediático y político se ha centrado en conocer cuál va a ser la estrategia del líder de los socialistas ante el nuevo marco institucional. El perfil bajo, casi nulo, de sus comparecencias públicas, lejos de desviar la atención hacia otro objetivo, lo fomenta. La política española va por detrás de los cambios sociales y sus dirigentes confunden resistencia con el nuevo concepto de resiliencia.

Un comportamiento de resistencia es una conducta de oposición de un individuo frente a otro u otros, que puede tener un valor negativo cuando funciona como una oposición al bienestar propio y colectivo.

La resistencia implica una actitud de confrontación y de fricción, una negativa a interiorizar la necesidad de cambios y suele redundar en el aislamiento numantino de una persona o un grupo de ellas.

La resiliencia, en cambio, apela a la capacidad de recuperarse, de sobreponerse y adaptarse con éxito frente a las circunstancias adversas desarrollando nuevas competencias. Se trata de un anglicismo que se toma de la física y significa volver de un salto. Es la cualidad de los materiales a resistir la presión, doblarse y recobrar su forma original sin deformarse. Resistencia es lo que ha hecho el Sr. Mariano Rajoy, manteniendo contra viento y marea su liderazgo, cuando es más que probable que un cambio en el liderazgo popular hubiese sido ventajoso para el Partido Popular. No permitió que en nuevo contexto aflorase un nuevo liderazgo que fortaleciese sus siglas. De esta manera, el futuro a medio plazo del PP es incierto. De la misma manera, el Partido Socialista necesita, con urgencia, desarrollar cambios que le permitan la recuperación. Éste es un concepto diferente al de desarrollar métodos que permitan la resistencia de la cúpula dirigente al frente de sus responsabilidades. La dirección socialista no desea nuevas elecciones, nefastas para el país y probablemente muy nocivas para el propio PSOE, pero tampoco desea la imagen de un líder socialista pidiendo la abstención en la investidura del candidato popular. Para lograr el doble objetivo, la estrategia inicial de una parte de la dirección socialista fue la de intentar que fuesen las voces de algunos presidentes autonómicos socialistas las que «forzasen» la decisión política. De esta manera, la dirección del PSOE no era sino víctima de la posición forzada por otros.

Ante el silencio premeditado de los líderes autonómicos, entendiendo que la decisión debe ser propuesta por el Sr. Pedro Sánchez, es más que preocupante la estrategia que está planteando una parte de la dirección consistente en la realización de una consulta a los militantes socialistas para que recaiga en ellos la decisión del voto en las dos sesiones de investidura.

Esta estrategia adolece de dos grandes debilidades. La primera y más importante: un líder político no puede subcontratar su responsabilidad para no tenerla porque, sencillamente, eso es ser irresponsable. Las consecuencias de semejantes decisiones las encarna el desastre del Brexit iniciado por el Sr. David Cameron. La segunda, en el ámbito más interno socialista, es que el PSOE ni es Podemos ni quiere serlo. Es un partido defensor desde hace más de un siglo de la democracia representativa y ello conlleva que la organización delega la responsabilidad de la toma de decisiones en sus dirigentes, que dan cuentas de sus actos posteriormente ante la organización, que los evalúa y somete a aprobación o a lo contrario. Para ser líder hay que ser resiliente, que es lo contrario a resistirse a asumir la responsabilidad en todo momento. Por ello, el liderazgo es voluntario y a jornada completa, todos los días de la semana y todas las semanas del año.