Alfonso Merlos
Retrátense y no mientan
Credibilidad, transparencia, control y rendición de cuentas. ¿Tan difícil es entenderlo? ¿Tanto cuesta comprender que estamos ante la prueba del algodón de que hay un cambio de actitud en nuestros autonómicos virreyes? Es evidente que lo que España se está jugando tiene mucho que ver con lo que hagan o dejen de hacer nuestras regiones: con que cambien su desbarajuste por orden, su despilfarro por austeridad, sus orgías por contención, sus desmadres por seriedad. O lo hacemos o estamos perdidos.
Se ha terminado el tiempo de las advertencias, las últimas oportunidades y los toques de campana. Ya llegamos tarde y es harto preocupante que el señor Montoro tenga el convencimiento de que hay algunas comunidades autónomas que no están aplicando las medidas en las que deberían estar: una cosa es el compromiso y otra, su materialización; una cosa es el anuncio y otra, su plasmación rotunda en las cuentas públicas. Obras son amores. Las promesas y las buenas intenciones, a estas alturas de la película, señores, no valen ab-so-lu-ta-men-te para nada. Para nada.
Es de una extrema irresponsabilidad que los nacionalistas catalanes o los socialistas andaluces ya hayan dicho que las políticas reformistas acordadas en común por una oreja les entran y por la otra les salen. Porque no hay nada más atroz que escuchar a un puñado de nuestros gestores sentenciar que la deuda pública no va con ellos y el déficit se lo pasan por el arco del triunfo. Pero para eso debe estar el Gobierno de la nación. Primero, para obligar a que las autonomías hagan una foto fija de su situación económico-financiera. Segundo, para auditar esos guarismos y denunciar las mentiras. Tercero, para corregir cualquier desvarío que conduzca a una desfiguración de nuestro esfuerzo en la lucha contra la crisis. El todo es más importante que la parte. ¿O no nos hemos enterado?
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