Alfonso Ussía
Rognac
Rognac es una pequeña ciudad situada en el sureste francés. Su población no supera los 13.000 habitantes. No la he visitado antes, y creo que tampoco lo haré después de escribir este texto. Un texto que escribo para que los inocentes y alegres habitantes de Rognac se muestren más precavidos que hasta hoy. Me figuro una pequeña localidad, casi fronteriza y prepirenaica con España. Grandes bosques con sus árboles anclados en la montaña. Probablemente robles, hayas, castaños y arces. En las cumbres, abedules. Bandos de perdices pardillas, corzos en los bosques bajos y rebecos en las alturas. Y Rognac, esa maravilla de la Francia rural, que en nada se parece a la urbana y menos aún a la antipática parisina. Es posible, que algún natural o vecino de Rognac lea este artículo. Si ninguno lo hace, asumiré mi fracaso. Pero de hacerlo, sabrá que a partir de ahora estará obligado a vigilar a sus hijas. A vigilarlas y no perderlas de vista.
En Sevilla se unieron un grupo de canallas y sinvergüenzas que desembocaron en asesinos. Violaron y mataron a una niña que tenía todo el futuro asegurado. Se llamaba Marta del Castillo, y sus padres y abuelos no han cejado en el empeño de encontrar sus restos. Como a la sociedad, a las Fuerzas de Seguridad, a los buzos, y sobre todo a los jueces, estos canallas han mantenido un silencio abrumador para que el cuerpo de Marta no pueda ser hallado. Cuidado con los padres de hijas jóvenes y atractivas de Rognac. Ahí tienen, entre ellos, a dos de los que saben dónde está enterrada Marta, y con muchas probabilidades, a dos de los que formaron parte del comando de hijosputas que asesinaron a Marta.
Uno es modelo. Francisco Javier García, el «Cuco», que no está condenado a 30 años porque le faltaban unos meses para ser mayor de edad. Ingresó en un centro penitenciario de menores y a los dos años de cuidados y mimos psicológicos y psiquiátricos, fue puesto en libertad. Aquel Cuco que abandonó el centro de reclusión era una belleza de Cuco. Una larga melena, una rubia expansión de trigo camuflaba sus rasgos. Y no tuvo la hombría y la humanidad de señalar el lugar exacto en el que Marta fue enterrada después del crimen. Ignora la maricona hijaputa del Cuco, hoy modelito en Rognac, que para unos padres abatidos y desesperanzados, la obtención de los huesos de su niña asesinada valen casi tanto como el milagro de su vida. Y es modelo. Modelo en Rognac. Mucho cuidado en Rognac. Porque se mueve por ahí un artista, un escultor llamado Samuel, también cómplice del asesinato de Marta del Castillo. Los escultores tienen el privilegio de la confusión del arte con el desnudo. Y un día cualquiera, una joven inocente de Rognac, va a ser invitada por Samuel para posar desnuda ante su arte, y con toda probabilidad, mientras Samuel hace que esculpe, el Cuco estará en el estudio del falso artista procediendo a un autogozo a la vista de la bella joven desnuda. Y es posible que pretendan entre los dos violarla. Y que uno de ellos le machaque un cenicero en la cabeza. Y que la niña de Rognac desaparezca. Me encantaría y consolaría que un solo ejemplar de LA RAZÓN se distribuyera en Rognac. Y que, de café en café, y de tertulia en tertulia, los naturales de Rognac supieran que un español que hace de modelito, y otro español que se presenta como escultor, son protagonistas de una de las más crueles acciones de los últimos años contra una niña, que a la postre, fue asesinada.
Los asesinos, con frecuencia, ahogados por la angustia de su culpa, señalan el lugar del crimen y la ubicación del cuerpo de la víctima. Lo hicieron hasta los perversos asesinos de Anabel Segura. Se derrumbaron. Pero éstos son unos chulos de la maldad. Ellos ante la blanda justicia, y los padres de la niña masacrada, soñando con el alivio por depositar a su hija en el camposanto de sus esperanzas. Los de Rognac no son así. Son extremedamente cínicos y crueles, y no me gustaría, que en unos meses, o en un año, una maravilla de mujer como Marta, una niña de Rognac, esconda para siempre el consuelo de unos padres en busca de los huesos de su niña, camuflados entre bosques magníficos, ríos rompientes o mentiras inhumanas.
Señores padres de niñas jóvenes de Rognac. Con usted, entre ustedes, están Samuel y sobre todo, «el Cuco». Cuiden de sus hijas.
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