El desafío independentista
«Roma no paga traidores» (III)
El culmen de la “leyenda amarilla” es el falseamiento de lo que fue la Guerra de Sucesión de 1700. El independentismo catalán ha convertido aquella disputa entre las Casas de Borbón y Austria para hacerse con la Corona de España, nada menos que en una guerra de secesión que jamas existió. Fue un conflicto internacional, con Francia, Inglaterra, Austria y Holanda apoyando militarmente a su respectivo bando pretendiente: austracista o borbónico.
Precisamente la primera ley que aprobó el Parlamento catalán en 1980, fue la que estableció la fecha del 11 de septiembre de 1714 como “Diada nacional de Cataluña”, en recuerdo de la pérdida de Rafael Casanova defendiendo Barcelona, como símbolo de la independencia de Cataluña. Todo falso: Ni fue una guerra de secesión, ni Casanova falleció ese día, sino 29 años después, amnistiado por Felipe V y reintegrado como abogado en Barcelona.
Felipe V, recién llegado a España en 1701, juró en Barcelona sus Constituciones, presidió la apertura de las Cortes catalanas, confirmó sus fueros y privilegios, para ver cómo los “Puigdemont y Torra” de entonces, se pasaron al bando austracista tras el pacto de Génova de 1705. Un delito de traición de lesa patria que el rey no olvidaría.
En 1711, fallecido José I de Austria, Inglaterra y Francia se aliaron, y Carlos VI abandonó Cataluña para ser Emperador del Sacro Imperio. Los austracistas catalanes traidores a Felipe V fueron abandonados por su rey: «Roma no paga traidores».
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