Cristina López Schlichting

Ropa limpia

¿Cómo es posible que un vestido cueste cinco euros y una camiseta, dos? Entusiasmados con el textil ultrabarato, apenas recordamos el truco... hasta que se quema una fábrica en Bangladesh. Para que sea posible el milagro del precio, Suma Sarker entra a trabajar a las ocho y sale a las diez de la noche, sin días libres ni contrato y por un sueldo de 32 euros mensuales. Cuando enferma o pare, se queda en casa sin cobrar. El 90% de los obreros textiles del país asiático son mujeres hacinadas en los 4.500 talleres. Muchas compañeras de Suma mueren. Esa preciosa cazadora de piel sintética que ves en el escaparate, lleva dimetilfumarato, que causa eccemas y problemas respiratorios. La substancia se hizo famosa cuando llegó a Europa en zapatos y sofás chinos. La falda multicolor que te hace pensar en la primavera, se tiñe con azocolores, que dan asma y dolencias renales y tiroideas, y provocan malformaciones en los fetos. Es típica también de los tejidos de la India. Los vaqueros que te enloquecen se envejecen con un sistema de inyección de arena que genera silicosis pulmonar, la enfermedad incurable de los mineros. El método fue prohibido en 2009 en Turquía y la mayor parte de los productores se trasladaron a Bangladesh. La culpa la tienen la pobreza, corrupción y falta de legislaciones laborales de los países de origen, pero las multinacionales hacen la vista gorda. El resultado es que, en una prenda de 10 euros, sólo un céntimo se va en salarios. Ni Bangladesh ni los importadores van a hacer nada mientras el consumidor no se queje. ¿Qué podemos hacer? Uno. Rechazar ropa o calzado con fuerte olor químico (atención a las bolsitas blancas antihumedad, pueden contener dimetilfumaratos). Dos. Comprar sólo prendas cuya etiqueta indique el lugar de fabricación. Evitar también las que marcan sólo «diseñado en», es una forma de escamotear el origen real. Tres. Recuerde que los vaqueros gastados de Bangladesh se tratan con arena. Cuatro. Recele especialmente del color negro, incluso en prendas de algodón. A más intensidad, más metales pesados en las tinturas. Y si quiere saber quién fabrica exactamente en qué país: ropalimpia.org. La silenciosa rebelión de los compradores es una herramienta muy poderosa. Ni siquiera se trata de gastar más en ropa (hay marcas caras fabricando en Bangladesh), sino de que el dinero de las indemnizaciones «post mortem» se invierta antes en mejorar las condiciones laborales. En palabras del Papa Francisco: «A esto se le llama trabajo esclavo. Buscar sólo el beneficio es estar en contra de Dios».