Lucas Haurie
Salvada por el eufemismo
A los consejeros de los gobiernos paritarios y geográficamente equilibrados hay que nombrarlos como a los participantes en los concursos de la tele de antes, así se fija el motivo de una elección que en absoluto obedece a sus méritos o conocimientos. Un catedrático de Física de la Materia Condensada, Antonio Ramírez de Arellano, es consejero de Economía, mientras que su antigua compañera de armas en la batalla contra Wert, Adelaida de la Calle, ocupa Educación por mujer y por malagueña, pese a que nació en Madrid. En sus tiempos de rectora, la doña mostró unos acendrados valores familiares, pues tenía a dos yernos colocados en una fundación dependiente de la Universidad de Málaga, y seguro que semejante detalle de madraza no sería baladí para su elección por parte de una Susana Díaz en avanzado estado de gestación. Causó honda preocupación que hace unos días revelase que en uno de esos hogares de sus hijas, que con tanto amor (y dinero público), ayudó a levantar haya goteras como las que sufren los alumnos de un colegio granadino: un caño caía sobre las pizarras, caudal suficiente para sumergir a sus nietos, si los tuviere menores de siete años. No escandaliza a la Excelentísima Señora que miles de escolares andaluces no conozcan clase distinta a las caracolas, pero le molesta el uso de un término peyorativo: «Vamos a llamarlas aulas de fabricación rápida», quiso corregir con querencia al universo orwelliano, como si el empleo de un eufemismo fuese a terminar con el problema. Es de celebrar, al menos, que una bióloga acuda a referencias literarias tan nítidas, o a lo peor será que la pulsión totalitaria está tan interiorizada, que les sale a relucir de manera espontánea.
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