Pedro Sánchez

Secretos de Estado

Con tantas las noticias que está generando Pedro Sánchez en estas fiestas navideñas que en las redes sociales ya no sabes si quien te felicita el nuevo año son tus amigos, «Turca» la perrita de aguas o el Falcon del presidente del Gobierno. Han producido más WhatsApp, GIFs y Memes que cuando se limpió la mano después de saludar a una familia de color. De tal manera, que en esta Navidad más que un presidente de Gobierno parecía un bufón de la Corte, pero sin el ingenio que a este le caracteriza. Pero ha habido una noticia que más que estupor me ha causado vergüenza: el viaje de su mujer a EE UU. No por el hecho de que viaje, que me da igual, sino porque ha sido clasificado como secreto de Estado por ser un viaje oficial con agenda privada. Oficial, para no informar de sus gastos, y privado, para no informar de sus actividades ¿Cómo se come eso?

Un secreto de Estado es un secreto vital para la vida de la Nación, un asunto de seguridad nacional. Y la verdad es que yo no me imagino a la señora Gómez pasándole información a Estados Unidos o Canadá de células yihadistas en España o de nuestra estrategia militar.

En el Congreso existe la Comisión de Secretos Oficiales, donde se ve la información reservada y secreta de Estado. En ella dan cuenta los ministerios (Presidencia, Interior, Defensa y Exteriores) que manejan fondos reservados, dinero autorizado para gastos de seguridad nacional. Tampoco me imagino a la señora Gómez haciendo uso de dichos fondos. ¿Por qué tanto oscurantismo, tanto secretismo? ¿Qué fue de «la transparencia total de las agendas y los viajes»? ¿Por qué hacer pública esa información supone una amenaza al Estado o a su seguridad?

Son preguntas que los españoles merecemos conocer su respuesta, porque los viajes oficiales se nutren de partidas públicas y su destino debe de ser conocido. Si no, se abriría una falsa puerta, más propia de dictaduras que de democracias, para ocultar aquello que no se quiere contar. Si la clasificación de ese viaje se mantiene como secreto de Estado, tal vez el Gobierno debiera comparecer en la Comisión de Secretos Oficiales, y si esta maniobra va seguir en el tiempo, tal vez crearse una Comisión de los secretos de Begoña.