Toni Bolaño
Semana de diálogo
El movimiento soberanista cada día está más solo. Cada día levanta menos sonrisas y hacen menos gracias a algunas ocurrencias. Al gobierno catalán le ha salido rana su ofensiva internacional. Ha visto la crudeza de la soledad. Los empresarios ya están poniendo los puntos sobre las íes. El Govern y sus aliados se refugian en el recurso dialéctico de la democracia, del derecho a votar, difuminando la obligación de cumplir la Ley o cambiarla por el juego –democrático– de mayorías y minorías. El ejemplo de Escocia hace mella en los que alegremente se sumaban al –supuesto– carro vencedor. Que el Banco de Inglaterra cierre las puertas a una Escocia independiente, dejándola sin libras, es todo un preludio de lo que hará el Banco Central Europeo con Cataluña. Que Viviane Reding, vicepresidenta de la UE, diga alto y claro que hay que redoblar esfuerzos para un acuerdo no es baladí. Y más, cuando el acuerdo es manteniendo Cataluña en España, porque si hay independencia por las bravas, Cataluña se quedará fuera de la Unión. Por cierto, Ramón Espadaler, conseller de Interior y hombre fuerte de Unió, lo ha dejado claro. No apostará por la independencia si Cataluña sale fuera de Europa. A esa bandera se unirá más de uno. Para evitar las grietas en el movimiento soberanista e insuflar moral, el presidente Mas agitó a los suyos la pasada semana. Reunión del Consejo de la Transición Nacional y puesta de largo de la Agencia Tributaria. Poco más. En Madrid, le dieron portazo en el Congreso, y de poco sirve la atrevida ignorancia de algunos dirigentes de ERC que quitan importancia a la resolución. Eso es vivir de espaldas a la realidad o ser, simplemente, un inconsciente. Si me apuran, ignorante. El Congreso Mundial de Móviles augura una nueva semana de contactos. Algunos de los empresarios presentes, pensando en qué pasará con esta cita, que significa una inyección importante en su cuenta de resultados. El Príncipe Felipe sabe que todos los focos estarán sobre Barcelona y, por eso, estará tres días en la Ciudad Condal. Se reunirá con empresarios, con dirigentes políticos, con representantes de la sociedad civil. Se abre de nuevo la carpeta de la diplomacia. Más allá de fijar posición –unos y otros–, ha llegado la hora del diálogo. De ese del que tanto se habla, del que todo el mundo se llena la boca, pero que nadie ejerce. Estamos al borde del fracaso más estrepitoso de la democracia. Si repudiamos el diálogo, ¿quién gestionará la frustración?
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