Alfonso Merlos
Señores y gamberros
Hablando se entiende la gente. La gente, no la gentuza. Lo más importante que Rajoy ha hecho en el conflicto de Gibraltar es deshacer las desastrosas posiciones establecidas por Zapatero para desgracia de los intereses de España, naturalmente. Y lo ha hecho fijando la fórmula, para todo cuanto se tenga que discutir, de dos voces y dos votos. La de la parte que está actuando de acuerdo con la ley y la razón (o sea, España), y la de la contraria (evidentemente, Reino Unido).
Esto significa que lo que tenga que decir Picardo vale lo mismo que los sonidos o ruidos que emita cualquiera de los monos que pululan por la Roca. Nada. De esto debemos colegir que el ministro principal de Gibraltar no es tal para nosotros. Pasa a ser simplemente un alcalde, o un «encargao». No hay más. Es el representante elegido por una población ocupante en situación de ilegalidad.
Y en este marco se entiende que Rajoy y Cameron se digan lo que se tengan que decir como caballeros, como señores. Aunque el inglés esté equivocado. Aunque se obstine en defender aquello a lo que no puede renunciar: el orgullo imperial británico y su resaca. Lo llamativo es que todos los actores quedan reflejados en su naturaleza. Madrid en sus equilibrios y al mismo tiempo en su fortaleza y en sus principios. Londres en su ineludible patrocinio de los cuatro gatos que pueblan una colonia propia de otros tiempos, instalada en la estafa. Y los auténticos estafadores, los llanitos, retratados en su miseria, en su macarrismo, en la figura de politicastros que sólo saben hablar de guerra, de cañoneras, de bronca. De aquellas cosas en las que se enzarzan más los despojos o los delincuentes que las personas. Y lo de Gibraltar hay que arreglarlo entre personas.
✕
Accede a tu cuenta para comentar