Julián Redondo
Ser o no Pep
Guardiola ha recurrido a la ironía y se ha inventado eso de que el Madrid ya ha ganado la final de Lisboa antes de pasar por Múnich. Nadie en el club madrileño, ni jugadores ni técnicos ni directivos, ha pronunciado semejante disparate. Dice que lo ha leído, o que lo ha oído... Lo imagina y recurre a la superficialidad, según Carlo Ancelotti, o utiliza el juego subterráneo de José Mourinho –todo se pega– porque se teme lo peor –«desastre en el Allianz»– y no deja de dar vueltas al partido del Bernabéu. Está preocupado, a la fuerza, y no sólo por las críticas de Beckenbauer. El Bayern jugó 20 primeros minutos primorosos y Casillas ni se estiró. El primer contragolpe del Madrid acabó en gol. Bastaron tres toques y tres pases: Cristiano-Coentrao-Benzema. Deportistas con una preparación física excelente que según él los convierte «básicamente en atletas». Todo lo contrario, porque básicamente son futbolistas. Su problema es que el Bayern encaja goles con demasiada facilidad, tanta que el Werder Bremen, decimocuarto y a 48 puntos en la Bundesliga, le metió dos el sábado.
Rummenigge ha invocado a Vulcano para salir airoso de esta semifinal y debería recurrir a Freyja, capitana de las walkirias, para rescatar a Ribery de la melancolía. Frank no levanta cabeza y ha perdido velocidad, ambición y chispa desde que Cristiano Ronaldo le arrebató el Balón de Oro. Hoy podría demostrar que la designación fue un error.
El mayor problema del Bayern es el Madrid; pero no es el único: defiende mal; jugadores básicos como Schweinsteiger sobreviven con la luz de la reserva encendida, como se vio en el segundo tiempo de la ida, y otros como Müller no ocultan su descontento por no ser titulares. La máquina perfecta chirría; en plenitud, podría merendarse al Madrid y al mundo; pero, o se esmera, y además de posesión aporta raza, o verá la final por televisión. Y encima Ancelotti no se amilana: «¿Cómo van a arder los árboles si está lloviendo?».
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