Alfonso Ussía
Será Reina
Me equivoqué, como en tantas ocasiones. Escribí que Mario Vargas Llosa no acudiría a la inauguración de la tienda de Porcelanosa de Nueva York. Y fue, vaya si fue. Y además habló, vaya si habló. Me rindo ante el poder de esta mujer que importó Julio Iglesias cuando cantaba «Gwendoline». En muchas ocasiones he establecido una considerable distancia respecto a ella. Ni el más optimista de los profesionales dedicados a la cerámica alfarera y alicatada hasta el techo se atrevería a afirmar que nuestros corazones laten al unísono. Sucede que soy muy poquita cosa para ella. El escritor húngaro Ferenc Szabo le daba la vuelta a los cuentos tradicionales. Eso, la princesa secuestrada en la torre inaccesible vigilada por el ogro o el dragón, el soldado del rey que se ofrece a rescatarla, la lucha desigual, la victoria milagrosa, y la princesa que se casa con el héroe con la complacencia del rey. Szabo nos sitúa a la princesa en una mazmorra, no en la torre. En 1958 no existían los dragones ni los ogros. La princesa está encarcelada porque así lo ha decidido el partido comunista húngaro. El padre de ella, príncipe exiliado, trabaja de taxista en San Francisco. Un valiente abogado se faja contra el sistema y consigue la liberación de la princesa. Pero ésta, que sabe que el director de la prisión, el camarada Ubbo Boksis-Parva, como buen dirigente comunista tiene una fortuna invertida en Suiza, desprecia a su salvador y se fuga con el dirigente a Basilea, donde aún disfrutan de toda suerte de comodidades. El abogado fue encarcelado. Como bien dijo Madeleine de la Fourquet, «el hombre rico siempre resulta atractivo». Y creo que no erró.
Ella sí tiene que ser atractiva. Lo acepto, lo admito y lo asumo. Sucede que mis gustos no coinciden con los orientales. Pero llevar a la locura de amor a un cantante internacional, a un Grande de España, a un economista superministro y a un Nobel de Literatura no está al alcance de cualquiera. Y más aún, cuando su única ocupación es la de representar a una empresa que fabrica azulejos. Una empresa admirable, por otra parte, que contribuye al empleo, a la riqueza de España y a su prestigio en el exterior.
Permítanme un vaticinio. No me aventuro a apostar por el tiempo que va a durar el dulce canto de los ruiseñores. Vargas Llosa es un genio de la Literatura y ella un prodigio de la turbación. Habla, sonríe y seduce. Pero sus amores tienen fecha de caducidad, porque su tesón oriental le empuja a lo más alto. Para mí, que este amor frondoso, vegetal, cerámico y literario va a sostenerse mientras viva la Reina Isabel II de Inglaterra. De todos es sabido que Isabel II va a vivir más que su nuera Camilla Parker-Bowles, que se nos está arrugando a toda pastilla. Un Nobel de Literatura, un escritor grandioso, es alto peldaño, pero no cumbre social. Mario Vargas será invitado a abandonar el jardín filipino cuando Carlos, Príncipe de Gales, sea coronado Rey de Inglaterra. Ya se conocen de anteriores fiestas de Porcelanosa, y para mí, que hay «tilín». Todo está medido y calculado, con excepción del encaje de Chabeli en la Corte de los Windsor. Los hijos cantantes no van a dar la lata, la hija de Griñon es guapísima y tiene mucha clase, y la de Boyer, muy atractiva e interesante. Pero a ver quién es el guapo que obliga a la Guardia Real británica a saludar militarmente a Chabeli cuando acuda a merendar a Buckingham o Balmoral. Grave inconveniente. Pero no renuncio al vaticinio. Lo de ahora durará hasta que fallezca la Reina Isabel II o hasta el día que Vargas Llosa se plante y renuncie a hablar en inauguraciones de Porcelanosa, que también puede ocurrir. Y eso sí. No hay quinto malo. Será el definitivo. Carlos de Inglaterra coronado a los 83 años, y ella más joven que nunca, saludando desde la carroza Real a las eufóricas multitudes.
Me apuesto 300 euros a que sí.
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