Marta Robles

Seremos más humanos

Aún no he podido borrar de la memoria esa descripción de Adolfo García Ortega en su «Pasajero K», de los animales encerrados en camiones, directos al matadero, en silencio, como si supieran de su inminente muerte, con la mirada velada por la tragedia que intuyen. El paralelismo, sin duda, estaría en aquellos vagones infernales de la Segunda Guerra Mundial en los que los nazis transportaban a los judíos hacia los campos de exterminio, donde el pánico acallaba hasta los sollozos y dejaba las miradas sin expresión.

«El hombre es un lobo para el hombre», como dijo Thomas Hobbes, pero a veces también es una pura alimaña con los animales más débiles e indefensos. Es cierto que la vida en sí misma es cruel y que cada ser vivo de la tierra utiliza y se alimenta, a su vez, de otros seres vivos; pero, siendo nosotros los animales racionales, ¿es necesario que lo hagamos tan despiadadamente?

Por suerte, parece que nuestros políticos también se han hecho esta misma pregunta y han decidido tomar las medidas pertinentes, al menos en materia de experimentación con fines científicos. Se seguirá investigando con animales, sí, pero sólo cuando sea estrictamente necesario. Además, quedará expresamente prohibido hacerlo con grandes simios y se contemplaran nuevas condiciones de alojamiento, transporte y sacrificio de los animales que sean utilizados con fines científicos.

De esta manera seremos más europeos, puesto que igualaremos nuestras normativas, pero, además, conseguiremos ser un poco más humanos, demostraremos tener más corazón, y no emularemos a inmundas bestias como aquel doctor Menguele de Auswichtz, que disfrutaba experimentando con los niños y observando hasta dónde llegaba su capacidad para aguantar el dolor. Con animales también se hizo. Por fortuna, ya no.