Alfonso Merlos
Servir a la verdad
Lo peor de una filtración periodística, con pruebas más o menos taxativas, con elementos de convicción más o menos demoledores, es que sea creíble. Naturalmente para el afectado. Y lo peor de las acusaciones volcadas contra el PP es que son verosímiles. No por lo que se haya podido hacer o deshacer en las cuentas de Génova, sino porque la opinión pública está abrasada, cabreada, soliviantada por una clase política que en términos generales no resuelve sus problemas. Pero esto no es prueba de nada. Rotundamente de nada. Ni hay pagos en dinero negro. Ni hay autenticidad indubitada de la libreta del factótum de la caja del gran partido del centro derecha que ha estado gobernando España durante treinta años, en un lado o en el de enfrente. Son más las dudas que las certezas; más las sospechas que las realidades; más el barro que el agua limpia que dejan traslucir unas informaciones que los que se consideran víctimas no reconocen como tales, sino como especulaciones o insidias. No se trata de estar de parte de los acusadores o de los acusados, de los denunciantes o de los denunciados. Se trata de que el Estado de Derecho tiene sus tiempos, sus formas, sus ritmos, sus sagrados elementos que deben desencadenarse y certificarse contra el reo. Y mil cosas más. Algo sin embargo empieza a emerger. Si los presuntos papeles de Bárcenas son auténticos, Rajoy estaría contra las cuerdas y dando manotazos a la defensiva. Si fuesen un «corta y pega» estaríamos ante un desastre sin paliativos de un periódico que ha funcionado en la historia más reciente de este país como ariete contra «la derecha». Y los medios de comunicación no están para otra cosa que para servir la verdad y el interés general. ¿O no?
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